El cuerpo interior

Uno de los bellos conceptos que el maestro Eckhart Tolle utiliza para guiarnos hacia el momento presente es el cuerpo interior. En su libro En Unidad con la Vida, nos propone el siguiente ejercicio para que tomemos consciencia del cuerpo interior:

«Si usted no está familiarizado con la consciencia del ‘cuerpo interior’, cierre los ojos por un momento y descubra si hay vida en sus manos. No le pregunte a su mente. Dirá: ‘No puedo sentir nada’. Probablemente dirá también: ‘Dame algo más interesante en lo que pensar’. Así que en vez de preguntarle a su mente, vaya directamente a sus manos. Con esto quiero decir que se haga consciente de la sensación sutil de vitalidad que hay dentro de ellas. Está ahí. Sólo tiene que llevar su atención allá para percibirla. Puede sentir una ligera sensación de cosquilleo al principio, después una sensación de energía o vitalidad. Si concentra su atención en sus manos durante un rato, el sentido de vitalidad se intensificará. Algunas personas ni siquiera tendrán que cerrar los ojos. Podrán sentir sus ‘manos internas’ al mismo tiempo que leen esto. Después vaya a sus pies, detenga su atención allí durante un minuto más o menos y empiece a sentir sus manos y sus pies al mismo tiempo. Después, incorpore otras partes del cuerpo (piernas, abdomen, pecho, etcétera) a esa sensación, hasta que sea consciente del cuerpo interior como una sensación general de vitalidad, extendida por todo el cuerpo.»

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Una pregunta clave

Cuando medito, a veces pongo una alarma para que me indique cuándo parar. Hoy, mientras meditaba, me vi esperando a que sonara la alarma.

Al ego le encanta la idea de meditar, siempre y cuando crea que con eso puede obtener algo en el futuro: una idea agrandada de sí mismo. Entonces, mientras «medita» mira al futuro, pues, para él, es solo en el futuro que la meditación tiene valor. Este momento, sentado en silencio, es únicamente un medio para llegar al momento en el que recibirá su recompensa.

Pero la recompensa que busca el ego nunca llega, pues el futuro nunca llega. Lo que llega es siempre el presente. Y el ego no lo puede apreciar, pues tiene su mirada en el futuro.

Es una reacción automática. Es el reflejo de mirar al fururo para asegurarnos de que lo que estamos haciendo nos traerá una recompensa.

Y, así, me dí cuenta de que me estaba perdiendo el regalo de ese momento. Y vi que, en realidad, no estaba meditando. Sólo estaba realizando un ritual superficial para crear en mi imaginación un futuro deseable: el futuro en el que estoy pleno, en paz y realizado.

Más allá de si te sientas a meditar con las piernas cruzadas y repites mantras o si estás en un café tomándote un jugo o revisando papeles en un rascacielos o barriendo la calle, la pregunta más importante es: ¿este momento es valioso para ti por sí mismo o vale tan sólo por lo que traerá en el fututo? Allí reside, para mí, la clave de la espiritualidad.

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El magnífico poder de tu energía

Todos tenemos nuestra propia energía vital a disposición. Esa energía es poder bruto. Podemos canalizarla en las creaciones más sublimes o podemos destruir al mundo con ella. Podemos expresarla de forma inconsciente o podemos iluminarnos a nosotros y a nuestros hermanos con ella.

Cuando nuestra energía vital y nuestra energía sexual se mezclan con el amor y se transmutan, nos conectamos con la Fuente. La Fuente de lo que somos y también la fuente de todas las respuestas sabias.

Es esa energía la que se deborda cuando alguien despierta o se realiza y toma consciencia de su ser verdadero. Es esa energía la que corre ahora por todo tu cuerpo y te empuja a perseguir tus pasiones. Es esa energía la que crea nuevos seres humanos.

Comienza por sentirla en tu cuerpo. En el silencio. Elevándose desde la base de tu columna hasta el tope de tu cabeza. Luego puedes canalizarla en tus propósitos más elevados. Es el amor mismo transformándose en ti.

Esa energía se puede convertir en sexo, en edificios, en poemas, en las palabras de este blog, en compasión, y, si se eleva lo suficiente, en el silencio vibrante de la consciencia pura.

Cultívala. Cuídala. Siéntela. Transmútala. Elévala. Deja que tus deseos más elevados se impregnen de ella. Deja que tus creaciones vengan con el sello de la Fuente. Es esa la energía con la que vamos a despertarnos y a cambiar al mundo.

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¿Vale la pena oprimir el botón para adelantar?

En la película Click, al protagonista (Adam Sandler) le regalan un control remoto mágico (alerta de spoilers). Si lo desea, con ese control puede adelantar las escenas de su vida, pausarlas o incluso volver atrás. Como este personaje está obsesionado con obtener ciertos logros en el futuro, decide empezar a adelantar ciertas escenas hasta llegar a aquellos momentos que sí desea experimentar. Por ejemplo, salta el fin de semana en el que está enfermo y tiene que trabajar, y adelanta su vida hasta la escena en la que lo promueven en su trabajo por estar haciendo bien las cosas.

Parece una buena técnica para vivir una vida más placentera. Sin embargo, lo que el personaje aprende es que esta técnica en realidad sirve para no vivir en absoluto. Es una forma de rechazar la vida, de dejar de vivir. Pues implica tratar al momento presente, donde reside la vida, como un obstáculo o, a lo sumo, como un medio para llegar al futuro. Pero no se lo ve como algo valioso en sí mismo.

Además, este control remoto tiene una característica particular: guarda las preferencias de su usuario. Por tanto, de forma automática comienza a adelantar ciertas escenas, así el protagonista no lo haya elegido conscientemente. Cuando se da cuenta, han pasado varias décadas y se ha perdido su vida. Eligió, sin quererlo, que esta pasara sin que él se diera cuenta.

Me parece una metáfora muy iluminadora sobre la manera como funciona nuestra mente, que viene siendo el control remoto.

Nuestra mente condicionada está obsesionada con obtener. Con la idea de que en el futuro están la salvación y la plenitud. Esto implica, claro, que este momento no tiene valor por sí mismo. Solo sirve en la medida en que nos permite llegar a ese futuro en el que está aquello realmente valioso. Y así, rechazamos la vida, persiguiendo siempre el futuro, que nunca existe ahora y, por tanto, nunca existe en el momento en el que está la vida. Y este rechazo a la vida puede convertirse en un hábito, en algo que hacemos sin darnos cuenta.

La buena noticia es que está en nuestras manos reprogramar el control remoto. ¿Cómo se hace? Primero, tomando consciencia de que está en automático y que está programado para no valorar este momento. Segundo, una vez tenemos consciencia, podemos elegir romper la programación automática. Requiere atención y disciplina, pues hay una inercia detrás de la programación. Pero se puede. Podemos elegir comenzar a no oprimir el botón de adelantar. Podemos quedarnos saboreando este momento hasta su médula, así la mente nos diga que este momento no es valioso. Que ir en el bus a la casa no es valioso. Que estar lavando los platos no es valioso. Que sentir una incomodidad en el cuerpo no es valioso. Todo eso podemos ignorarlo, y quedarnos plénamente aquí, asumiendo que aquí ya llegamos al tesoro más valioso que existe y, por tanto, no tenemos necesidad de estar en ningún otro tiempo o lugar.

Podemos elegir quedarnos aquí hasta crear una nueva programación. Un nuevo hábito. El hábito de ver este momento como lo más valioso que hay, sabiendo que es lo único real que hay.

Así que la próxima vez que estés tentado ignorar esta escena para llegar a un futuro más valioso, pregúntate: ¿vale la pena oprimir el botón para adelantar? Es decir, ¿vale la pena dejar de vivir la vida?

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No tienes que solucionar algo para estar contigo

Muchos tenemos una idea rígida de cómo debe lucir la espiritualidad. De cómo debe sentirse este momento para poder decirnos a nosotros mismos que estamos bien, en paz, en armonía. Cuando el momento presente no se ajusta a esas expectativas, a veces sentimos que primero debemos arreglarnos o arreglar algo antes de poder estar presentes, antes de poder adentrarnos en lo que está sucediendo ahora.

Si tenemos emociones fuertes o sensaciones físicas incómodas o pensamientos que no nos gustan sobre nosotros o sobre algo más, tendemos a tratar de cambiar esa realidad (la causa de las sensaciones, pensamientos y emociones) antes de permitirnos sentir completamente. Nos decimos, por ejemplo: «cuando se me pase este malestar, podré volver a meditar y a estar anclado en mi corazón».

Pero entonces tratamos de cambiar la realidad desde un estado de desconexión. Y lo que hacemos desde ese nivel de consciencia seguramente tendrá consecuencias acordes a ese nivel de consciencia. Es decir: generaremos más de lo mismo.

Ahora, este momento, tal como es, es perfecto para que de adentres en él, con todo lo que tiene, incluidas las incomodidades, los pensamientos, lo que percibimos como problemas, sin importar nuestras ideas acerca de lo que debería o no debería estar pasando.

No tienes por qué esperar a que cambie lo que sientes en tu cuerpo, lo que pasa en tu cabeza o lo que percibes afuera tuyo para darle la bienvenida al ahora. Haz de tu bienvenida un acto incondicional hacia ti misma. Abrázate, ámate y quédate presente contigo sin importar lo que esté pasando en tu realidad interna y externa. Hazte amiga de tu vida exactamente como es en este momento.

Si algo se debe transformar, esa actitud de aceptación y bienvenida es el punto de partida más poderoso para la transformación. Sólo entrégate y confía. Lo que está aquí es lo que necesitas experimentar para crecer. Es lo que tú misma has creado para evolucionar. No trates de saltar a la siguiente escena de tu vida. Es un truco. Tu vida es ahora. Siempre ahora. Por tanto, hacer las paces con tu vida implica darle la bienvenida ya. En este momento.

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En este momento tienes una oportunidad sagrada

En los monasterios zen es común que una gran parte de la práctica espiritual de los monjes consista en hacer tareas cotidianas. Lavar los platos, tender las camas, barrer el piso.

Para los monjes, esas actividades son oportunidades sagradas para adentrarse en el momento presente. Para encontrar, en lo profundo de aquí y ahora, la plenitud que siempre está esperando a que tomemos consciencia de ella.

Por supuesto, para hacer esa práctica espiritual no es necesario estar en un monasterio. Solo por hoy, asume tus responsabilidades cotidianas como oportunidades sagradas, pues en verdad lo son. Entrégate completamente a cada momento. Como si el mundo se fuera a acabar en media hora y Dios se te apareciera y te dijera que tu última prueba antes de entrar al Cielo es hacer una sola tarea, esa que tienes en frente, con atención plena.

Cuando vayas de tu cuarto al baño, asume ese instante como parte de la prueba sagrada. Cuando comas. Cuando te bañes. Cuando estés sentada esperando el bus. Cuando estés manejando.

Cada momento es una puerta a la plenitud sagrada que mora en tu corazón, si así decides asumirlo.

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Cinco preguntas que disfrutarás hacerte

Al menos yo lo disfruté. Espero que estas cinco preguntas sueltas te ayuden a tomar perspectiva y te saquen una sonrisa o te den una brisa de alivio:

¿Te has dado cuenta de todas las cosas maravillosas que has hecho estos días? No me refiero a la lista de ideales del ego, según al cual, puede que te falte mucho por hacer. Me refiero al calor que sale de tu corazón y al amor que esparces y a los milagros que haces y las vidas que cambias, a veces de forma sutil y sin darte cuenta.

¿Eres consciente de lo mucho que has crecido en los últimos diez años? A veces no vemos la belleza del camino que hemos recorrido por estar enfocándonos en lo que nos falta.

¿Pasas suficiente tiempo contigo misma? Cuando estás conectada con tu corazón, ¿por qué no quedarte allí un rato más? Parece que el mundo nos llama de manera apremiante y que, si no seguimos su llamado, las cosas se saldrán de control. Pero ten la seguridad de que puedes ignorar ese llamado y quedarte un rato más con tu corazón, y todo va a estar bien.

¿Y si no hubiera nada malo contigo, y si fueras perfecta exactamente como eres? A pesar de las imperfecciones que percibes en ti, y de las pruebas que tienes en tu contra, a los ojos de Dios eres perfecta, pues no eres más que un reflejo, una extensión de Ella. Y si estás en crisis, eso no cambia. Y si cometes errores, eso no cambia. Y si te olvidas de ti misma, eso no cambia.

¿Qué pasa si sueltas ese peso, esa preocupación, y descansas ahora? Muchos tenemos la ilusión de que, si no controlamos todo en todo momento, nuestro castillo de naipes se derrumbará. Pero la verdad es que, si dejamos el control, todo fluirá de forma perfecta. Y si se cae el castillo de naipes, también es perfecto. Nuestra plenitud está más allá de la ilusión. No tenemos necesidad de aferrarnos a nuestras fantasías. Podemos disfrutarlas, pero no tenemos por qué aferrarnos y sufrir por ellas.

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Silencio

Tratar de apagar el ruido de la mente a través de palabras y pensamientos es, obviamente, como tratar de apagar un incendio con gasolina.

El silencio llega cuando nos permitimos parar adentro de nosotros. No es algo externo.

Esta frase del maestro vietnamita Thich Nhat Nahn me parece un hermoso recordatorio:

«Silencio es algo que viene del corazón, no de afuera. Silencio no significa no hablar ni hacer nada; significa que tú no eres perturbado en tu interior. Si estás realmente en silencio, entonces no importa en qué situación te encuentres: puedes disfrutar del silencio.»

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Consejos para atravesar abismos

Se dice que Siddartha abandonó su palacio la noche en que nació su único hijo y pasó seis años buscando la verdad, la iluminación, el nirvana. En ese lapso se entregó por completo a su búsqueda. Ayunó, meditó, forzó su cuerpo al extremo de la resistencia. Llegó un punto en el que estaba exhausto. Lo había dado todo, pero nada pasaba aún, no lograba encontrar aquello que con tan intenso deseo buscaba. Fue entonces cuando se sentó bajo el árbol Bodhi, sin saber ya qué más hacer. Cuenta una hermosa versión de la leyenda que cerca al árbol pasaron un día un músico y un niño. El músico llevaba un instrumento de cuerdas, y mientras caminaban le explicaba al pequeño cómo afinarlo: “Si las cuerdas están muy flojas, no van a sonar cuando las toques, y si están demasiado tensas, se romperán; por eso debes encontrar el punto medio”. Tras oír esto, Siddartha se iluminó, se convirtió en el Buda. Lo único que lo separaba de su objetivo era que se había ido al extremo en el afán de su búsqueda, y cuando tomó conciencia de ello volvió al centro, lo que le permitió despertar.

Esta hermosa historia habla sobre la importancia del equilibrio, de volver constantemente al centro, de no dejarnos llevar por los extremos. A veces pasa que perseguimos la perfección, y es como si cargáramos piedras. Luego se nos caen y ruedan en todas direcciones, destruyendo aquello que tratábamos de construir. Tensamos las cuerdas hasta que se rompen. Entonces mandamos todo al diablo y dejamos de lado la disciplina, decepcionados por nuestro fracaso. Pasamos así a un periodo de relajación que acaba en la modorra, en la pasividad, en el estancamiento. Dejamos las cuerdas tan flojas que ya no es posible hacer música con ellas.

Esto nos puede pasar en cualquier aspecto de la vida. Por ejemplo, con una dieta. Decidimos de repente que queremos comer mejor, de manera más saludable. Dejamos a un lado las grasas, los dulces, el alcohol. No levantamos a trotar todos los días a las cuatro de la mañana. Dejamos de ir a fiestas. Nos volvemos obsesivos. Ni siquiera un pequeño dulce de vez en cuando. Somos rígidos. Entonces se genera la tensión, se hace necesario un esfuerzo constante que poco a poco agota a cualquiera. Nos volvemos víctimas de nuestro invento. Una mañana descubrimos que ya no hay brillo en nuestros ojos y decidimos que ese estricto régimen ya no nos hace felices, por lo que lo abandonamos y nos entregamos por completo a los placeres de la comida y la bebida. Hasta que enfermamos o el doctor nos advierte que corremos grave riesgo, y entonces volvemos a la fase rígida del ciclo.

En ese sentido son esclarecedoras las palabras de Aristóteles, quien en su Ética a Nicómaco argumentó que la virtud es “la medianía de dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”. Así, por ejemplo, el valor sería el punto medio entre la cobardía y la osadía irreflexiva. Ahora bien, si se acepta lo anterior, surge la pregunta: ¿cómo estar en el punto medio? Para responderla vale la pena contar un cuento.

Hace mucho tiempo, dos ladrones fueron condenados a muerte por un rey. Tras escuchar la sentencia, uno de ellos se arrodilló ante el soberano y clamó por su vida. El rey, conmovido, decidió darles una oportunidad: ordenó que se pusiera una cuerda entre los dos bordes de un precipicio y les dijo a los ladrones que les perdonaría la vida si lograban cruzar. Ante esta oferta, y sabiendo que no tenía nada que perder, uno de los ladrones se aventuró sobre el abismo. Para sorpresa de todos los que estaban mirando, el hombre pasó de un lado a otro sin la menor dificultad. Cuando llegó al otro lado, el ladrón que se había quedado le gritó desesperado: “¿Cómo lo conseguiste, cómo pudiste pasar por esa cuerda tan delgada sin caerte?”. Su compañero de condena le respondió alegre, también a gritos: “Fue muy sencillo, cada vez que sentía que me estaba cayendo hacia un lado, suavemente inclinaba mi cuerpo hacia el otro”.

El truco con el que los ladrones salvaron sus vidas ahora puede ayudarnos a mejorar las nuestras. Se trata de aprender a observarnos, y darnos cuenta de cuándo nos estamos yendo a un extremo. Justo en ese momento, cuando tomamos conciencia, con delicadeza elegimos impulsarnos en la dirección contraria. Si tienes ganas de dejarlo todo, espera, guarda un poco, y si tienes ganas de atraparlo todo con tus manos, también detente, deja escapar algunas cosas. Se trata de un arte constante, de un estado que se logra una y otra vez. Y quizás un día, cuando menos lo pienses, estarás al otro lado del abismo.

Por: David González

Publicado primero en: http://elmuro.net.co/abismos/

 

 

Cultivando nuestro jardín interior

Todos estamos unidos, no estamos solos: estamos interconectados con todo lo que habita el planeta, con todos los reinos de la naturaleza. No hay separación, Somos Uno. De ahí mi responsabilidad y mi contribución en la sanación del sufrimiento del mundo.

Tus pensamientos generan sensaciones y emociones. Cada pensamiento tiene un efecto en todo tu ser y en el planeta entero. No estoy hablando de pensamientos positivos o pensamientos negativos, simplemente de los más de setenta mil pensamientos que a diario pasan por nuestra mente. ¿De cuántos de tus pensamientos eres consciente en el día? Quizás de veinte, treinta… cien, o muchísimos menos.

La buena noticia es que solo con tener la intención de observar tus pensamientos y hacerlo estás dando un paso hacia tu ser consciente. Cuando te haces consciente de ti mismo, de lo que ocurre en ti, del momento presente, del aquí y el ahora, la vida empieza a desplegarse de manera maravillosa. Entonces comienzas a experimentar un nuevo modo de vivir que te paseará por sendas de paz, armonía y tranquilidad que estaban esperando a ser despertadas para acompañarte en tu día a día.

Experimentar paz, armonía y felicidad no es un asunto exclusivo de monjes, meditadores, sacerdotes y gurús, es un derecho divino que pertenece a todos los seres humanos por naturaleza.

Mereces ser feliz, mereces todo lo bueno, hermoso y santo de la vida. Lo creas o no, así es; empieza por creerlo, créelo. Tenemos condiciones suficientes para ser felices; tu presencia es felicidad para el mundo. No necesitas hacer grandes esfuerzos para lograrlo, solo precisas de tu intención, voluntad y coraje para experimentarlo. Empieza ahora mismo, no cuando hayas terminado de leer esta publicación, no cuando te vayas a la cama o mañana al despertarte, no en el mínimo espacio que te deja tu trabajo y múltiples responsabilidades diarias, no cuando estés en silencio; no te postergues más. Todo momento es propicio para empezar a experimentar tu ser interno, tu ser de paz, amor y bendición constante. En cualquier instante puedes entrar en comunión contigo, tu maestro interno está esperando siempre por ti.

Empieza ahora, inhala, exhala, observa como el aire entra en tu cuerpo y lo ensancha, observa como sale y te vacía. Haz una serie de cinco repeticiones para empezar y día tras día ve aumentado el tiempo, hasta convertirlo en un hábito, un nuevo hábito que te reportará grandes y maravillosos beneficios.

Cuando la presión del día a día te agobie, es ideal detenerte y respirar conscientemente: esto te ayuda a liberar la tensión acumulada, te aporta calma y claridad mental. Cuando respiramos conscientemente, no podemos pensar a la vez, lo que significa que al respirar el flujo de pensamientos se detiene y nuestra mente se oxigena. ¿Acaso no es esto sencillo? Y lo mejor: es beneficioso.

Tu jardín interior no puede florecer si está lleno de pensamientos negativos, tóxicos. Así como un jardín luce descuidado cuando no le prestamos atención, cuando nos olvidamos de entresacar la maleza, podar y regar las plantas, igual ocurre con nuestra vida: si no dedicamos tiempo a cultivar nuestro ser interior, este se va llenado de basura emocional, de odio, rabia, miedo y resentimiento, basura que se refleja en relaciones personales y laborales tóxicas que en nada contribuyen a la brillantez de nuestro ser.

Tenemos el poder de transformar nuestro jardín interior, abonándolo con amor, compasión y bondad. Cultiva pensamientos y sentimientos amorosos contigo mismo y con todo el mundo. Cuando piensas bonito y sientes bonito, impregnas tu vida de belleza y riegas semillas de paz, felicidad y gozo, lo cual lleva a que en tu conciencia florezcan hermosas flores.

La naturaleza nos ofrece múltiples posibilidades de encuentro con nosotros mismos; por ejemplo: mediante la observación consciente de una planta, de una flor, de un bosque. Al caminar conscientemente por la naturaleza recordamos que la paz está disponible siempre, que la vida se sostiene a sí misma, momento a momento. Plantéate la posibilidad de salir a caminar conscientemente, haz el propósito de entrar en comunión con los árboles, con el ruido que generan los animales y pájaros que allí habitan; escucha atentamente el sonido del agua, siente la temperatura del ambiente, hazte uno con la madre naturaleza, observa el movimiento de tus pies, de tus brazos, de todas las partes de tu cuerpo que intervienen al dar un paso, y, al mismo tiempo, observa tu respiración. Parece difícil integrar tantos elementos a la vez, sin embargo, es mucho más sencillo de lo que parece; inténtalo, seguro, querrás hacerlo una y otra vez. Te sugiero olvidarte del celular, de la música, de tomarte una selfie, de fotografiar el paisaje. Regálate un tiempo contigo, entra en comunión con tu ser interior, escucha la voz de tu alma. Caminar conscientemente puede serte útil para empezar a cultivar tu ser interior, inténtalo.

Si deseas ver paz, felicidad y armonía en el mundo, el camino más fácil para lograrlo es experimentarlas en ti mismo. Ofrécete el regalo de descubrir y cultivar tu jardín interior mediante la observación de tus pensamientos, siendo consciente del momento presente, del aquí y el ahora. Medita, entra en acción, toma el control de tu vida y llénate de amor, compasión y gratitud por tu vida. No estás solo, somos Uno. Vamos Juntos.

Por: Aura Reuto

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Me llamo Aura Reuto. Nací en Casanare en 1977, actualmente vivo en Villavicencio (Meta, Colombia). Llevo más de una década  explorando en mi ser interior, con el firme propósito de amarme, aceptarme y disfrutar la vida exactamente como es. Amarme significa aceptar mi historia personal, superar el sufrimiento a la luz del amor y del perdón y comprender que todo ha obrado para bien.

Trabajé en el sector privado por más de 10 años. Hoy estoy  al servicio de la vida en sus múltiples manifestaciones. Me siento en capacidad de acompañarte en procesos de sanación y liberación interior, mediante la escucha atenta y profunda.

Soy Experta en Mindfulness, Desarrollo Personal y Educación Consciente. Alimentación Consciente.  Facilitadora de Círculos de Mujeres y Espacios Sagrados. Moon Mother. Facilitadora de Terapia del Perdón.

Contacto: aurareuters@hotmail.com