El truco es desear sin apego

Desear es maravilloso y es la fuerza creativa que mueve el universo. Puedes creer y esperar que tus deseos se cumplan, pero sin apego. Ese es el truco. En el momento en que tienes apego por tu deseo, te vuelves como un niño malcriado que hace una pataleta frente a su madre. Y esa energía, puedes estar seguro, te aleja de lo que quieres crear.

El truco es desear y soltar los deseos, sin ninguna exigencia al universo. No le digas a la vida: «Seré feliz, pero sólo si me das esto y aquello. Si no me lo das, estaré resentido y seré miserable». Dile mejor: «Esto es lo que deseo. Qué placentero sería tenerlo. Qué agradable. Pero ya soy feliz y no necesito nada. Así que gracias por la experiencia que venga, sea cual sea, sé que estaré pleno y satisfecho».

Muchos creen que si obtuvieran todo lo que desean, se sentirían plenos y satisfechos. Pero ¿qué tal si fuera al revés? Te invito a considerar esta posibilidad. El orden correcto es primero sentirte plena y satisfecha, sin importar lo que pase en el exterior, y a partir de esa energía de plenitud y abundancia, es muy probable que tu mundo exterior se convierta en un espejo y te lleguen más cosas de las que jamás imaginaste. Pero será sólo un extra, un regalo para mimarte, pues no necesitarás nada de eso para sentirte bien. Ya estarás plena.
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Nuestro verdadero valor

Un Curso de Milagros dice que nuestro valor está más allá de cualquier posible evaluación. Nuestro valor no está en duda, pues lo estableció Dios. No podemos perder ese valor, por más dementes que sean nuestras fantasías.

Parte del sueño arrogante del ego reside en creer que puede afectar la realidad. Cree que puede mancillar al Hijo de Dios y hacer que éste pierda su valor ante los ojos de su Padre. Podemos soñar que no somos merecedores del amor de Dios. Podemos creer que valemos poco o nada, según los requisitos que el ego nos impone para atribuirnos valor. Pero todo esto no tiene ningún sentido en la realidad. Nada que jamás hagamos podrá aumentar en un ápice nuestro valor, y nada que jamás hagamos puede hacer que nuestro valor disminuya en lo más mínimo. Pues nuestro valor está establecido desde siempre en el Reino de lo Eterno.

Esto es así porque Dios crea expandiéndose. No crea algo diferente a Él mismo. En consecuencia, somos tan inmutables y eternos como Él, pues somos una parte suya. En el sueño del ego, no tenemos nada que ver con Dios. Y no valemos nada. Esta es una idea muy angustiante, y por eso, para contrarrestarla, el ego se esfuerza continuamente por probar que vale algo, y para esto le atribuye valor a cualquier cosa: nuestras relaciones, nuestros logros en el mundo, incluso nuestras prácticas y avances espirituales.

Podemos despertar del sueño de que no valemos nada. Y de eso se trata la jornada espiritual. Se trata de despertar de la ilusión de que somos pequeños seres separados que sólo valen por lo que hacen, tienen, dicen, poseen o piensan. Se trata de darnos cuenta de que nunca hemos dejado de estar en el regazo de Dios, y de que nuestro valor sigue siendo siempre el que Él nos atribuyó al crearnos. El valor que «está más allá de cualquier posible evaluación».

Para darnos cuenta de ese valor, debemos ir dentro de nosotros, donde estará siempre disponible. Tomar cuenta de ese valor equivale a darnos cuenta del valor que tenemos en cuanto que somos uno con Dios. Así que, si quieres saber lo que vales, deja de mirar con ansiedad al mundo para ver qué puedes hacer para volverte valioso. Simplemente ve dentro tuyo y date cuenta de que no debes hacer nada, de que ya eres valioso y siempre lo serás, por el simple hecho de ser lo que eres.


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Tu paz es la paz del mundo

Cuando sanas, nunca sanas solo. Cuando creces y te elevas por encima de tus miedos y limitaciones, el mundo crece y se eleva contigo. Porque no estás separado del todo. Y cuando uno sana, todos sanamos. Por eso es que eres tan poderoso. Porque eres el todo.

Cada pensamiento de paz que albergas es un bálsamo para todos los seres del Universo. Cada resentimiento que dejas ir es una herida que sana en el corazón de todos tus hermanos. Cada acto de compasión que emprendes enciende el fuego de la dicha hasta los rincones más recónditos de la creación.
No hay regalo más grande que puedas hacerme que tu paz y tu luz. Gracias por eso, hermano.


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Dar gracias de antemano

«Expresar gratitud de antemano es el camino de todos los Maestros. Así que no esperes a que las cosas pasen para entonces dar gracias. ¡Da gracias antes de que pasen y observa cómo las energías se mueven! Agradecerle a Dios antes de que algo ocurra es un acto de fe extraordinario. Y, por supuesto, de ahí es de donde viene el poder.

Es Día de Acción de Gracias en Estados Unidos. ¿Por qué no hacer que sea un día de acción de gracias en los corazones de todas las personas en todas partes?»

~Neale Donald Walsh

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La magia de este momento

Muchas veces dejamos pasar este momento, lo más valioso que tenemos, por fijarnos en pequeñeces o en lo que creemos que nos falta.
Pero cada momento es precioso, único. Aprécialo, agradécelo, recibe lo que hay en él, entrega lo que hay en tu corazón para dar ahora. Y verás la magia que hay en este momento.

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La ilusión de los problemas

A veces parece que pasa mucho, pero vas a tu corazón y ves que todo está en calma.

A veces nuestra cabeza no para de darles vueltas a los problemas, obsesionada con encontrar una solución. Lo que no nos damos cuenta es que la mayoría de nuestras preocupaciones y estrés no tienen fundamento en la realidad, sino en esta misma actividad frenética de la mente.

Cuando nos permitimos parar e ir profundo dentro de nosotros, profundo en este momento, descubriremos que la gran mayoría de esos problemas son una ilusión creada por la mente. Son el resultado de un punto de vista basado en el miedo.

En medio del silencio interno descubriremos que en el fondo no pasa nada. Todo está bien y todo está en calma. Y nos encontramos en la seguridad de nuestro corazón.


El silencio en medio del ruido

A veces creemos que para estar en paz afuera de nosotros debe haber silencio y calma. Pero la verdadera paz no implica la ausencia de ruido externo. La verdadera paz surge cuando nos conectamos con nuestro corazón y hallamos allí una quietud que vibra. La maestra espiritual Isha Judd llama a esto «el silencio rugiente». Un silencio que es tan fuerte, que puedes sentirlo aun en medio del caos y el alboroto externo. Un silencio que es tan fuerte que puedes oírlo incluso en medio de tus pensamientos.

A veces ese silencio será sólo como un telón de fondo suave que permanece detrás de tus experiencias. Otras veces será sobrecogedor. Esa es la energía del amor mismo. Aquello en lo que te invito que nos enfoquemos y alimentemos. Pues aquello en lo que nos enfocamos crece.

 

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Podemos asumir responsabilidad por el poder de nuestra mente

Reconocer el poder de nuestra mente implica reconocer nuestro poder como creadores.

Esto implica el riesgo de sentirnos atemorizados por nuestra mente o culpables por sus creaciones. Pero eso no tiene por qué ser así: podemos asumir responsabilidad sin miedo ni culpa.

Podemos elegir observar nuestros pensamientos y entrenarnos para alimentar aquellos amorosos, que son los únicos reales, pues son los que pensamos con Dios. Y podemos dejar desvanecer aquellos pensamientos basados en el miedo, que en realidad no existen, pues los pensamos con el ego, y el ego es una ilusión.

Te invito a que tomes la decisión de asumir responsabilidad por el poder de tu mente y a usarlo para construir el mundo amoroso que deseas. Y te invito a que lo hagas sin juzgar ni temer aquellos pensamientos basados en el miedo. Simplemente reconoce su irrealidad y enfócate en tus pensamientos amorosos.

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No tenemos que ser perfectos para dar

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Muchas veces he dudado si soy lo suficientemente bueno como para tener algo que compartir, algo que dar. Entonces aparece un lista de cosas que, según mi ego, debo mejorar para ser digno de dar algo al mundo.
Pero el mundo necesita gente auténtica, y mis imperfecciones y mis heridas son precisamente las que me han enseñado y me siguen enseñando aquello que puedo compartir con los demás.

No tenemos que ser perfectos para iluminar el camino de los demás. Basta con ser nosotros mismos.

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Regreso al mar

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Fui a ver el mar de nuevo
Me recibió con un murmullo suave
Una llamada ancestral
Una canción olvidada
Cuyo idioma no logro comprender
Aunque sé que fue una vez mi lengua materna
En mi corazón, ahora templo luminoso, resuena el deseo de volver a casa

El agua acaricia mis pies
Como una madre examina el rostro de su hijo
Cuando este regresa después de un largo viaje
Abraza con delicadeza mis talones
Envuelve con un leve susurro mis pantorrillas
Sube hasta mis corvas, salpica mis muslos
Y me invita a entrar

El viento de sal, cálido y denso, celebra con un estruendo tenue mi llegada
Estoy desnudo a la orilla
Presto a dejarme caer
Cual viajero que llega arrastrándose
Sin fuerzas para desempacar
Y tan solo alcanza a apagar la luz
Antes de entregarse vencido a su lecho

La brisa, muy fina, casi se confunde al llegar a mi frente
Con el descanso profundo de un viejo pensamiento que se pierde
Con un estremecimiento de amor, un destello, una chispa que recorre el entrecejo
Y llega al firmamento
Delicadamente engastado en las alturas
Tan vacío como lleno de diamantes
Silencioso reflejo de la inmensidad que me espera en lo profundo

Me dejo caer
Me rindo
Suelto mis brazos y me entrego a la marea
Y ella, semejante a una esposa que guía a su amado en la penumbra, comienza a alejarme de la orilla
Venda mis ojos y me invita a confiar
A seguir sus pasos de plata en medio de la noche
A dejarme arrastrar quedamente hasta el fondo

El agua circunda mis labios en un beso permanente
Rodea mis dientes, reposa en mis encías
Se mezcla con mi saliva y abrasa mi garganta
Desciende como un fuego lento que regresa a su origen
Y se desliza al tiempo en mis oídos
Y susurra al tiempo en mis oídos estrofas sueltas
De la canción olvidada que me invita a despertar

Siento sus labios posarse
Como palomas dormidas sobre mis párpados
Como un lastre sagrado al que me aferro en posición fetal
Para hacer más expedito mi descenso
Hace no mucho me deleitaba
Al ver los ángeles danzando en la eternidad
Y aquí estoy de nuevo, en las entrañas de mi Padre

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