Hace unos meses comencé a hacer una serie de videos sobre el libro El Camino del Corazón, que he promovido varias veces en este blog. Continúo hoy con la lección 3, que amplía la lección 2 y se refiere al poder de las palabras y de los pensamientos para crear nuestra realidad ilusoria. Sin embargo, aunque es una ilusión, podemos crearla de manera consciente. Es decir, podemos crear una ilusión positiva, un sueño feliz en vez de una pesadilla.
Te invito entonces a ver el siguiente video, en el que hablo sobre esa hermosa lección:
No se trata de un camino intelectual. La transformación a la que invita no tiene que ver con adquirir nuevas ideas, teorías o conocimientos. Se trata de una transformación que está más allá del nivel de la mente, en el corazón.
En el corazón encontramos la puerta a la sabiduría de la vida, que va más allá de lo que nuestro intelecto es capaz de comprender.
No es esta una invitación, sin embargo, a abandonar la mente. Se trata, simplemente, de reconocer su papel dentro de nuestro despertar. Y cuando se trata de nuestro despertar, la mente es tan solo un instrumento para que nuestro corazón pueda indicarnos el camino de vuelta a casa.
En este video hablo sobre esta primera lección de El Camino del Corazón, enseñanzas de Yeshúa y María Magdalena:
Beber con sorbos lentos el silencio de la mañana La luz que entra como un diamante en las profundidades del corazón
En la quietud en la que nada sucede, aunque suceda cualquier cosa
En el amor que entra por la ventana y baña la superficie de las cosas, recordándoles que en lo más profundo son una sola.
Caminar descalzo sentir que la hierba te roza las plantas de los pies, y te conecta con el centro de la Tierra y la gravedad te lleva profundo como si te hundieras en tu corazón en un abismo de luz y de vacío.
La gravedad te sigue llevando al fondo Rendición total, entrega a la fuerza que te atrae
Parece que el mar se vuelve más oscuro en las profundidades, pero en realidad solo hay luz
Parece que solo hay silencio y vacío, pero son una expresión del Amor mismo que lo llena todo
Parece que mueres, pero solo te das cuenta de que no existe la muerte
Parece que te pierdes, pero te das cuenta de que no puedes perderte, pues nunca te fuiste
Parece que cierras los ojos, pero ahora ves
Parece que renuncias a lo que deseas, pero recuerdas que en realidad ya está allí, en el corazón en el que te sigues hundiendo.
Se caen las ideas y los recuerdos como si el otoño se posara por un breve instante en el árbol de la memoria Pareciera que el árbol muere pero en realidad florece por primera vez.
Desde el punto de vista del ego, es imposible estar completamente safistecho. La insatisfacción y la búsqueda de algo más será siempre el motor del ego. Por tanto, siempre habrá algo que el ego quiera que no tiene en este momento.
Por otra parte está nuestra verdadera voluntad, es decir, la voluntad de la totalidad. Cuando entramos en unidad, nuestros deseos ya no están separados de la voluntad del universo. No tenemos una voluntad separada. En ese estado, todo lo que es es nuestra voluntad, ya que es la voluntad de la vida, y la vida ya es.
Ese estado, en el que nuestra voluntad es la misma voluntad de la vida o de Dios, es supremamente insatisfactorio y vacío para el ego. Para el ego, esta unidad no tiene sentido, pues para él el sentido proviene de ser especial y único, de manera que una voluntad que no está separada de la voluntad de la vida es lo más aburrido y sin sentido que hay. Desde su punto de vista, una voluntad así equivale a no tener ninguna voluntad en absoluto. Y, en cierto sentido, el ego tiene razón en esto, excepto que no es un estado de insatisfacción sino de absoluta plenitud.
Si el libre albedrío se entiende como tener una voluntad única, especial, separada de la totalidad, entonces se puede decir que la plenitud equivale a la ausencia de libre albedrío. Pero no porque ya no haya voluntad, sino porque nos damos cuenta de que nuestra verdadera voluntad es la misma del universo, ya que somos el universo, no estamos separados de él. La posibilidad del sufrimiento surge cuando necesitamos oponernos a la realidad, cuando creemos estar separados de ella.
La voluntad de la vida es la voluntad de tu corazón, pues tu corazón está conectado con la fuente, es uno con la fuente, es la fuente. Alinearte con tu corazón es, entonces, alinearte con la vida y regresar a la Unidad de la que nunca te alejaste excepto en sueños. En otras palabras, conectarte con tu corazón es despertar.
Hace ya cinco años que, navegando por Twitter, me encontré con un libro que me cautivó: The Way of the Heart. Al sumar mi gusto por el libro con mi pasión por los libros en general, decidí contactar a la autora y traducirlo. Eso dio lugar a El Camino del Corazón, el primer libro que edité y traduje con Caminos de Conciencia.
Es un libro canalizado de las almas de Jesús (Yeshúa) y María Magdalena, maestros ascendidos. Un poco en la tradición de Un Curso de Milagros (cuyo autor es Jesús), mi principal práctica espiritual, pero en un lenguaje mucho más sencillo y accesible. Te quiero compartir ahora un pasaje que resuena mucho conmigo y con la forma como entiendo la espiritualidad. Se trata del prólogo del libro, en el que se señalan los requisitos para leerlo y se te invita a mirar si tu corazón desea leerlo.
María Magdalena: El camino del corazón es una práctica antigua que fue enseñada en escuelas de misterios. Se trata de reconectarte con la raíz de nuestro ser, la Fuente. Durante los primeros años de tu vida, olvidas la conexión con la Fuente: el ego toma el control y construye un mundo de separación. El camino del corazón te enseña cómo deshacer ese proceso.
Yeshúa: Empecemos entonces con los conceptos básicos.
Para aprender el camino del corazón es necesario primero que aceptes la Unidad como la base del mundo. La Unidad es Dios. Dios es Unidad. La Unidad es el vínculo entre todas las personas. Es la verdad última. El resto son detalles; desde tu perspectiva, puede parecer que se trata de muchos detalles. Desde nuestra perspectiva, esos detalles son ilusión.
El segundo requisito es que debes estar dispuesto a intentar. Esto no quiere decir que le des una oportunidad como lo harías con cualquier otro curso; quiere decir que necesitas entregar tu voluntad a la enseñanza y aceptar el poder de la enseñanza sobre tu vida. Este es un requisito es muy importante: si no lo haces, tu mente, o tu ego, siempre encontrará la manera de pelear contra la enseñanza. El trabajo que terminarás haciendo será mental; no tendrá ningún impacto en tu vida.
El tercer requisito no es menos importante: confía en ti. Confía en que estás leyendo estas palabras por una razón y elige estar aquí con nosotros. La duda es cosa del ego. La confianza es cosa del alma.
María Magdalena: Confiar en el alma significa abrirte a la posibilidad de que un poder más elevado gobierne tu vida. Eso no significa que estás «renunciando a tu vida y entregándosela a Dios». Significa que aceptas ser un verdadero cocreador.
Yeshúa: La verdadera cocreación solo sucede cuando tu alma está involucrada; es tu recompensa por conectarte con Dios.
Ahora que conoces los requisitos, debes tomar distancia y decidir si esta es la acción correcta para ti en este momento.
A veces parece que pasa mucho, pero vas a tu corazón y ves que todo está en calma.
A veces nuestra cabeza no para de darles vueltas a los problemas, obsesionada con encontrar una solución. Lo que no nos damos cuenta es que la mayoría de nuestras preocupaciones y estrés no tienen fundamento en la realidad, sino en esta misma actividad frenética de la mente.
Cuando nos permitimos parar e ir profundo dentro de nosotros, profundo en este momento, descubriremos que la gran mayoría de esos problemas son una ilusión creada por la mente. Son el resultado de un punto de vista basado en el miedo.
En medio del silencio interno descubriremos que en el fondo no pasa nada. Todo está bien y todo está en calma. Y nos encontramos en la seguridad de nuestro corazón.
A veces creemos que para estar en paz afuera de nosotros debe haber silencio y calma. Pero la verdadera paz no implica la ausencia de ruido externo. La verdadera paz surge cuando nos conectamos con nuestro corazón y hallamos allí una quietud que vibra. La maestra espiritual Isha Judd llama a esto «el silencio rugiente». Un silencio que es tan fuerte, que puedes sentirlo aun en medio del caos y el alboroto externo. Un silencio que es tan fuerte que puedes oírlo incluso en medio de tus pensamientos.
A veces ese silencio será sólo como un telón de fondo suave que permanece detrás de tus experiencias. Otras veces será sobrecogedor. Esa es la energía del amor mismo. Aquello en lo que te invito que nos enfoquemos y alimentemos. Pues aquello en lo que nos enfocamos crece.
En esta era de tecnología y materialismo, en la que muchos se preguntan qué deparará el futuro, el resurgimiento de la espiritualidad es un fenómeno normal.
Por siglos, la gente ha recurrido a las religiones o a otros sistemas de creencias en busca de apoyo y comprensión. Sin embargo, esto nunca trajo como resultado un mundo mejor a nivel global. Quizás mejoró la vida a nivel personal, pero no ayudó a construir un mejor planeta.
Así, uno puede preguntarse por qué, después de siglos de enseñanzas religiosas o espirituales sobre el amor, el perdón, la presencia o el servicio, la situación del mundo no ha mejorado a nivel espiritual; por qué los actos generosos y de perdón son la excepción, y no la norma. Se podría decir que la gran mayoría de las personas no estaban listas para esas enseñanzas, que la humanidad es la responsable de que no se haya podido traer la paz, el amor y el final del sufrimiento a la Tierra. Al fin y al cabo, el reino espiritual hizo su trabajo, ¿no? ¿Por qué entonces la gente no está escuchando?
La respuesta está en cada uno de nosotros. Nuestra percepción del mundo es un asunto muy personal, que involucra nuestra mente y las infinitas formas en las que esta puede interpretar nuestras experiencias. Así es como la mayoría de nosotros dirigimos nuestras vidas: basamos nuestras acciones en lo que nuestra mente nos dice.
No obstante, muchas enseñanzas espirituales nos invitan a tomar el otro camino: amar, meditar, observar la mente, perdonar, practicar la compasión, abrir el corazón. La brecha entre las enseñanzas y lo que hacemos es tan grande como aquella entre tener fe y creer.
La fe es el toque espiritual misterioso que trae una dimensión sagrada a nuestra vida. La fe no se ciñe a las reglas. A diferencia de las creencias, no tiene nada que ver con la religión y tiene todo que ver con el corazón de cada uno. La fe es nuestro propio romance personal con nuestro Ser espiritual. ¿Tenemos una relación con nuestra alma o estamos separados de ella?
Podemos darnos cuenta por la calidad de nuestra vida: quien tiene fe actúa desde un lugar de confianza y conocimiento interior; quien no tiene fe actúa desde la mente, no confía en la vida y con frecuencia duda de sí mismo. La fe es este sentimiento increíble de saber lo que es correcto para uno mismo y actuar conforme a ello. De esto se trata el trabajo del alma: del conocimiento interior sobre lo que uno tiene que aprender y hacer en esta vida.
Cada alma tiene su propósito, y cada corazón, su llamado. El trabajo para descubrirlo es un viaje espiritual hacia el que algunos se sienten atraídos. Cuando tomas este camino, comienza la verdadera aventura, lentamente surge una nueva perspectiva, y los viejos apegos se disuelven y dejan espacio para nuevas experiencias. Tu visión de la vida cambia para incorporar realidades espirituales y el mundo exterior refleja tu transformación espiritual. Cada viaje espiritual te lleva a que comprendas mejor cuál es tu lugar en el mundo.
La práctica espiritual te ayuda a conectarte con tu Ser, que es una gota en el mar de la consciencia. A medida que te conectas con la consciencia, aprendes lentamente que hay un diseño inteligente que subyace a tu vida, y que el reino espiritual contiene todo lo que necesitas saber. Así que ¿por qué no adoptar una práctica espiritual?
¿Cómo definimos qué es una práctica espiritual? Una práctica espiritual es el simple acto de ponerte en contacto con tu propio Ser. No con tu mente, tus sentimientos o tu cuerpo, sino con esta sensación de presencia o de ser que se encuentra debajo de aquellos.
Cómo abordar dicha práctica es cuestión de preferencias personales. Unas pocas cosas deben guiar tu elección: la religión o la tradición no importan, excepto si son importantes para tu corazón, por lo que es muy importante que sigas tu intuición, no tu mente (ni la de otros).
La práctica hará la diferencia: la espiritualidad es una experiencia, no un pasatiempo intelectual. El desánimo es común, y la mejor manera de lidiar con él es no esperar nada de tu práctica. Las flores solo florecen en la estación correcta, siempre y cuando hayan recibido cuidados. Tu práctica espiritual también florecerá en la estación correcta.
Sophie Rose es la autora de The way of the hearth, teachings of Jeshua and Mary Magdalene, que se encuentra disponible en Amazon (pronto será publicado por Caminos de Conciencia con el título de El Camino del Corazón: enseñanzas de Jeshua y María Magdalena). También es coautora de The sacred shift, co-creating your future. Sophie no está alineada con ninguna religión o tradición particular y siempre ha estado en favor de una experiencia directa de la espiritualidad. Se la puede contactar a http://www.thewayoftheheartcourse.com