¿Qué hacer ante el miedo que suscitan las crisis?

Imagina a alguien que compra un flamante auto nuevo. Por supuesto, esa persona quiere que todo funcione bien. Frente al más pequeño ruido o defecto, va a un taller de expertos para que revisen el auto. Pero imagina ahora que, al ver una gran avería o un problema eléctrico muy complejo, esa persona dijera: «Bueno, esto es demasiado grave. Por tanto, es mejor que me encargue yo personalmente, así que en esta ocasión no llevaré el auto al taller, sino que trataré de arreglar el problema por mi cuenta».

Esta forma de pensar es ilógica. Sin embargo, la aplicamos todo el tiempo sin darnos cuenta.

Cuando todo marcha bien, es fácil confiar en la vida, relajarnos y soltar el control. Cuando surge una dificultad que nos produce mucho miedo, en cambio, queremos controlarlo todo y resolver el problema por nuestra cuenta. En esos momentos de gran estrés se nos olvida muchas veces el poder de parar, ir a nuestro corazón y entregarle el problema a nuestro Ser más elevado. Ante algo que produce mucho miedo, muchas veces dejamos el problema en manos de nuestra mente limitada, que trata entonces de predecir el futuro a partir de sus experiencias pasadas para tratar de protegernos del dolor.

Así, cuando más necesitamos de la profunda sabiduría de la Vida, en vez de ir a buscarla en nuestro silencio profundo, nos vamos detrás de la mente parlanchina, creyendo que ella tiene la respuesta. «No me pidas que me calle ahora», dice la mente. «No me ignores, estamos en una emergencia. Cuando todo vuelva a estar bajo control, puedes volver a jugar a eso de estar en silencio y escuchar al corazón, pero mientras dure la crisis, yo estoy a cargo».

Esta forma de reaccionar es apenas natural. Llevamos muchas vidas usando la mente como principal herramienta de supervivencia. Y entre más difícil es una situación y más miedo suscita, mayor necesidad de controlar tiene la mente. Romper ese patrón no es fácil. Al principio, es muy difícil saltar al vacío al que nos invita el corazón; no tenemos aún suficiente confianza en la Vida; nuestra fe no se ha desarrollado.

Al principio, buscar el silencio profundo en esas situaciones se siente como salir a correr por un laberinto lleno de peligros con los ojos vendados. Pareciera increíble que así vamos a encontrar la salida. La verdad, sin embargo, es que la forma más fácil de encontrar la salida es conectarnos con nuestra sabiduría más profunda; allí ya están todas las respuestas.

Por tanto, esta es una invitación a que, entre mayor sean el miedo y la incertidumbre y más grande se vea la ameanza, más te apresures a cerrar los ojos y a buscar el silencio sagrado que mora en tu corazón.

No tratarías de arreglar el motor de tu auto por tu cuenta. No trates, pues, de desenmarañar tu vida sin la ayuda de Aquel que más te puede ayudar. Es justamente cuando tenemos un gran problema que más necesitamos de la ayuda de un experto.

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La causa más profunda del malestar

Cuando tengas un problema que te afecta de manera especial, espera. Mira más profundo. Tal vez el problema no es la causa del malestar. Tal vez ese malestar es más profundo y ha tomado esta situación como una excusa para manifestarse. Por tanto, incluso si solucionas la situación, la causa del malestar permanecerá . Puede que la causa y el malestar se oculten momentáneamente, pero no habrás sanado en lo profundo.

Una señal de que el malestar es más profundo es que lo que percibimos como su causa varía con facilidad. Por ejemplo, ahora te sientes enfadado por algo que pasó con tu jefe. Solucionas esa situación y entonces el malestar surge de nuevo pero ahora parece que la causa es algo que te dijo tu pareja. Pasa la situación con tu pareja y entonces crees que la causa del malestar es el tráfico. Por supuesto, ninguna de esas es la causa real.

Cuando vas más profundo, puede que encuentres un gran dolor ancestral que espera ser abrazado amorosamente y de esa forma sanado. O puede que no encuentres nada; en ese caso, verás que realmente el malestar era un hábito, un patrón energético que se repite con pretextos diferentes cada vez.

Sólo en la profundidad de tu ser podrás sanar de verdad. Entonces puede que la situación con tu jefe permanezca, o el problema con tu pareja o el tráfico, pero tu paz estará presente, pues la causa real del malestar se ha diluido o trascendido. Y cuando esa paz está presente, puedes lidiar con las situaciones de una manera mucho más sabia y efectiva.

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¿Qué problema tienes en este momento?

No mañana, ni en 5 minutos, sino justo ahora, ¿tienes algún problema?

Esta es una pregunta que plantea frecuentemente el maestro Eckhart Tolle en sus charlas, al igual que otros maestros que he escuchado.

La gran mayoría de las veces, la respuesta será que no. No hay algo que tengas que resolver justo ahora. En el tiempo todos tenemos problemas. En la historia de nuestro ego todos tenemos cosas que arreglar. Cuando vivimos completamente en el ahora, la mayoría de esos problemas desaparecen.

Si tuvieras realmente un problema ahora, no estarías leyendo esto sino lidiando con aquel. Por supuesto, no me refiero a un problema en tu mente sino a un problema en el mundo real.

Tal vez digas: «Pero mi vida entera es un problema». Y puede que sea cierto, pero solo desde el punto de vista del ego. Si puedes dejar por completo el pasado y el futuro y poner toda tu atención en este momento, verás que tu vida se vuelve muy simple. Muy simple.

El ego, tu identidad falsa, no soporta este ejercicio, pues está construido a partir de la historia que nos contamos en el tiempo. En el presente el ego desaparece y solo queda la vida verdadera, el ser, tu presencia radiante que alumbra todo lo que experimentas justo ahora.

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Obstáculos y ayudas

Hace poco estuve meditando cerca de una carretera. Cada rato pasaban automóviles y con su ruido interrumpían mi silencio.

Al principio, me sentí frustrado y molesto con la situación. Luego caí en cuenta de que podía usarla a mi favor. Decidí, pues, que cada vez que pasara un auto, tomaría su sonido como una invitación para anclarme más profundo en el silencio interno y la presencia. La calidad de la meditación cambió radicalmente. Al final, el sonido de los autos producía en mí una sensación de bienestar.

Recordé una enseñanza de Eckhart Tolle: cada vez que sufrimos, podemos tomar el sufrimiento como un recordatorio de que nos hemos perdido en nuestras mentes, como un recordatorio para volver a anclarnos en el momento presente.

Tenemos el poder de elegir el significado de lo que sucede. Podemos elegir verlo como un obstáculo o como una ayuda, como una motivación o como una razón para desanimarnos. Entrenar nuestra percepción y habituarnos a interpretar las cosas de otra manera es una práctica espiritual muy poderosa.

Así pues, lo que pasa es en realidad neutro. Tú decides, con la manera como lo interpretas, si es una ayuda o un obstáculo en tu camino de crecimiento personal. Y la verdad es que no puede suceder nada que no puedas usar para crecer.

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¿Por dónde empezar?

Cuando la habitación está muy desordenada dan menos ganas de comenzar a ordenarla. Y a veces esa resistencia toma la forma de una pregunta que parece difícil responder: ¿por dónde empezar?

La respuesta, sin embargo, es muy fácil: empieza por cualquier parte.

Lo importante es empezar. Una vez empecemos, sabremos si comenzamos por la parte adecuada o si debemos cambiar. De cualquier forma, avanzaremos.

Cuando no se trata de una habitación sino de una situación compleja de vida, la pregunta parece más difícil. Cuando no vemos la salida ni el rumbo a seguir, pareciera que no es posible saber por dónde debemos comenzar a poner en orden la vida.

En este caso, no obstante, la respuesta también es fácil: comienza por este momento.

Tal vez no puedas arreglar la historia de tu vida ahora. Pero tal vez no tengas por qué hacerlo. Tal vez solo debes tomar responsabilidad por este momento, que es el único que existe. ¿Hay algo que puedas hacer y estés dispuesto a hacer justo ahora? Hazlo. Si no puedes o no estás dispuesto, acepta el momento presente o asume responsabilidad ahora por tu elección. El primer paso es quedarte aquí, contigo. Empezar a ordenar el único lugar de tu vida al que tienes acceso: este momento. Respira, ánclate, ve a tu corazón, siente las emociones, toma consciencia de tus pensamientos. No huyas. Ese es siempre el comienzo.

Si nos quedamos mirando todo lo que hace falta, todo lo que anda «mal» según nuestra percepción, perdemos poder y se nos dificulta tomar acción. Si nos restringimos a este momento, asumimos responsabilidad. Puede que el cuarto se vea desatroso, pero no tienes por qué arreglar todo el desastre. Simplemente tiende la cama, recoge ese papel. Comienza por cualquier parte. Comienza por este momento.

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La ilusión de los problemas

A veces parece que pasa mucho, pero vas a tu corazón y ves que todo está en calma.

A veces nuestra cabeza no para de darles vueltas a los problemas, obsesionada con encontrar una solución. Lo que no nos damos cuenta es que la mayoría de nuestras preocupaciones y estrés no tienen fundamento en la realidad, sino en esta misma actividad frenética de la mente.

Cuando nos permitimos parar e ir profundo dentro de nosotros, profundo en este momento, descubriremos que la gran mayoría de esos problemas son una ilusión creada por la mente. Son el resultado de un punto de vista basado en el miedo.

En medio del silencio interno descubriremos que en el fondo no pasa nada. Todo está bien y todo está en calma. Y nos encontramos en la seguridad de nuestro corazón.