Cómo no huir de nosotros mismos

Cuando algo no nos gusta de nosotros, muchas veces tratamos de mirar hacia otro lado. Tal vez hay aspectos de nuestra personalidad de los que no nos sentimos orgullosos o patrones de comportamiento de los que nos avergonzamos. Tal vez nuestros pensamientos nos atemorizan, o al menos nos decepcionan cuando no coinciden con el ideal espiritual que nos hemos impuesto. Puede que otras veces sintamos emociones que juzgamos como inadecuadas o peligrosas.

En todos esos casos, es usual que surja un impulso por huir de nosotros mismos. Este impulso se manifiesta como una gran ansiedad e incomodidad. Entonces buscamos maneras de distraernos, de desconectarnos de nosotros. Aquí tienen lugar las adicciones, del tipo que sean, e incluso comportamientos autodestructivos. Como dije en una entrada anterior de este blog, a veces nos hacemos daño porque el dolor superficial que nos causamos nos ayuda a evadir dolores más profundos.

Es como si nuestra casa estuviera muy desordenada y oliera mal, y por tanto quisieramos evitar entrar en ella. O, al menos, es como si evitáramos cierta parte de nuestra casa debido al desorden. En este caso, nuestra casa somos nosotros. Y lo que evitamos es, por tanto, nuestra propia compañía.

Pero no hay nada más liberador que la aceptación. Cuando nos permitimos vernos de frente y reconocemos nuestras características, sentimos un gran descanso, pues eso significa que dejamos de huir, y huir de nosotros mismos es extenuante. Por supuesto, al comienzo, hay dolor e incomodidad. Pero, si nos quedamos allí lo suficiente, con nosotros mismos, empezaremos a ver el amor que subyace bajo todo eso que percibimos como imperfecto. Entonces podremos amarnos a pesar de nuestras imperfecciones. Y cuando empezamos a amarnos, empezamos a transformarnos naturalmente.

Cuando nos permitimos entrar y habitar plenamente ese cuarto de nuestra casa que está desordenado y le cogemos cariño, naturalmente comenzamos a ordenarlo. Entre más vivamos en él y más lo disfrutemos, mejor querremos que esté y más empezaremos a cuidarlo. Así también sucede con nuestro espacio interior.

A medida que comenzamos a vernos de frente y a sentir nuestras emociones y observar nuestros pensamientos en vez de huir de ellos, naturalmente esas emociones empiezan a sanar y nuestros pensamientos cambian de frecuencia.

Cuando estamos en un camino espiritual, esta aceptación toma la forma de la paciencia. Pues, como tenemos ideas espirituales sobre cómo deberíamos ser, muchas veces nos afanamos por sanar, queremos cambiarnos ya, queremos ser ya esa versión elevada que deseamos para nosotros, queremos ya no sentir resentimientos, queremos ya no tener miedos ni juicios, queremos ya estar sanos. Y ese afán por sanar nos lleva a rechazar el momento presente y a sentir ansiedad y ganas de escapar de nosotros.

Para mí, ha sido fundamental tener paciencia conmigo y con mi proceso, y comenzar a aceptar lo que percibo como mis imperfecciones. He comenzado a quedarme observando esos pensamientos que juzgo como no amorosos y me he permitido sentir plenamente esas emociones que por momentos desearía no experimentar más. Parte de sanar es aprender a amarnos incondicionalmente, y eso quiere decir amarnos exactamente como somos ahora, con todo aquello que percibimos como nuestros defectos e imperfecciones.

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¿Cómo no apegarnos?

Alguien me preguntó eso en un comentario a uno de mis videos en YouTube. Esto fue lo que le respondí:

Cuando encontramos la felicidad dentro de nosotros, no nos apegamos. Nos apegamos cuando creemos que nuestro bienestar y nuestra felicidad dependen de algo externo. Entonces tememos perder ese algo externo, pues nuestra felicidad está ligada a eso. Y ese miedo es el apego.

Por tanto, cuando nuestra plenitud es interna, el miedo se va. Cuando nuestra plenitud es interna, sabemos que podemos perderlo todo afuera, y aun así seguiríamos plenos.

Claro, la plenitud interna varía, y por tanto varía el nivel de desapego. Pero podemos trabajar en esa dirección. ¿Cómo? Encontrando nuestra plenitid adentro. ¿Y cómo la encontramos? Mirando dentro de nosotros. Allí ha estado la plenitud esperándonos desde siempre.

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Mira si puedes elegir

Cuando nos enfrentamos a una emoción fuerte, como la tristeza o el miedo, muchas veces no podemos elegir. Es algo que nos sucede. La emoción está allí. Lo único que podemos decidir es si nos permitimos sentirla y experimentarla plenamente o si la rechazamos, huimos de ella y pretendemos que no está allí.

Cuando las emociones son intensas y profundas, la mejor manera de sanar es permitiéndonos sentirlas plenamente, dejando que las lágrimas salgan y la rabia se exprese sanamente. Para esto último, ayuda mucho hacer ejercicio o golpear una almohada.

Sin embargo, hay veces en las que las emociones que estamos experimentando son creadas por patrones mentales con respecto a los cuales podemos elegir. A veces estamos en un drama que podría disolverse completamente si así lo elegimos.

A medida que sanamos y avanzamos en nuestro camino espiritual, vamos adquiriendo el poder de elegir. Al comienzo, lo más sano es permitirnos sentir todo, una y otra vez, tantas veces como sea necesario. Pero llega un punto en el que esas emociones ya no tienen una raíz profunda y son solamente un hábito. Podemos entonces elegir lo que queremos sentir. Y esto no se trata de rechazar o juzgar ciertas emociones como malas; se trata simplemente de decidir qué nos gusta y qué no. Es igual que con la comida. Cuando no hay opciones, lo más sano es comer lo que haya a disposición. No obstante, si tenemos varias opciones de alimentos entre los cuales escoger, ¿por qué no elegir aquellos que nos hacen sentirnos mejor? Y lo cierto es que, a medida que nuestra consciencia se expande, adquirimos la capacidad de elegir qué emociones experimentar.

Observa, pues, si puedes elegir. Practica elegir sentirte como quieres. Si sientes que estás reprimiendo, es mejor que seas honesto contigo y te permitas dejar fluir las emociones. Mas vas a ver que llegará un momento en el que tu realidad interior se transforma conforme decides vibrar más alto. Entonces llegan pensamientos densos o llegan el miedo y la tristeza y de repente te das cuenta de que puedes elegir vibrar más alto y esas emociones se transmutan en la calidez de tu corazón y en la paz y la tranquilidad que son tu estado natural.

Una vez que comiences a poder elegir, hazlo un hábito. Es algo que se fortalece con la práctica. Llegará un punto en el que siempre brillas, pues eso es lo que has elegido. Estáte abierto, sin embargo, a la posibilidad de que emociones profundas emerjan de vez en cuando. Cuando lleguen, si vez que es algo que necesita ser expresado, permítele fluir. No tengas una idea espiritual de cómo deberías ser que te dice «Yo ya no debería sentir eso». Simplemente observa si puedes elegir y, si puedes, elige lo que más te guste; si no puedes, ríndete al momento presente y dale la bienvenida a las emociones. Ambos caminos llevan a la luz.

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¿Cómo permanecer en paz en medio de los problemas?

A veces creemos que, para estar en paz, primero tenemos que solucionar todos nuestros problemas. Pero esta forma de pensar hará que nunca tengamos paz duradera, pues, mientras estemos vivos, los desafíos y los problemas serán parte de nuestra experiencia.

Los desafíos son parte natural de la vida, y son lo que nos ayuda a crecer y a evolucionar.

Si te interesa ahondar en esto, te invito a ver este video que hice sobre el tema:

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La voz del corazón

Hace ya varios años estoy suscrito a una lista de correo de Neale Donald Walsh en la que diariamente me llegan mensajes inspiradores. La lista se llama «I believe God wants you to know…» (Creo que Dios quiere que sepas…). El mensaje de hoy me pareció particularmente bello, por lo que he decidido traducirlo para ustedes:

«En este día de tu vida, creo que Dios quiere que sepas que tu corazón conoce en silencio los secretos de los días y las noches.

Kahlil Gibran lo dijo, y tenía razón. Escucha, por tanto, a tu corazón. Cultiva la habilidad de hacerlo. Practícala. Prodúcela. Perfecciónala.

No es tan difícil. Simplemente quédate en silencio contigo misma. Y por el amor del Cielo, deja de escuchar a tu mente. No encontrarás la verdad ahí. Podrás encontrar la respuesta, pero no será la verdad a menos que coincida con la respuesta en tu corazón.

Crees que hay algo más que saber en la vida aparte de esto, pero no lo hay. Tu corazón contiene la llave. Tu corazón contiene la sabiduría. Tu corazón contiene el futuro. Tu mente no sabe nada aparte del pasado. Ella imagina que el futuro será justo como ayer, y toma sus decisiones con base en eso. Sólo tu corazón puede ver más allá del horizonte de la memoria».

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¿Existen lo bueno y lo malo?

En Conversaciones con Dios, Dios le dice a Neale Donald Walsh que para Él (Dios) no hay nada malo de manera absoluta. Entonces Neale le pregunta por qué, si no hay nada malo, Él da consejos y directrices. Al fin y al cabo, si no hay nada malo, ¿no daría lo mismo lo que hagamos o dejemos de hacer?

Frente a esto, Dios responde que, aunque no hay nada malo de manera absoluta, sí hay cosas malas de manera relativa. Las cosas son buenas o malas en relación con el objetivo que queramos lograr. Por ejemplo, si queremos ir hacia el norte y estamos caminando hacia el sur, podría decirse que estamos actuando mal. Pero caminar hacia el sur no es malo de manera absoluta, sino sólo en relación con el objetivo de llegar hacia el norte.

Así mismo, si queremos estar en paz y ser felices y plenos, habrá ciertas acciones que nos ayudarán a acercarnos a ese estado y serán «buenas» en relación con ese fin, y también habrá acciones que nos alejen de eso que buscamos y serán «malas» en relación con ese fin.

Así, Dios le dice a Neale algo como: «Me buscaste porque querías ser feliz, y con base en eso te guío y te digo que está bien y qué está mal. Pero eso no será bueno o malo de manera absoluta, sino sólo en relación con aquello que quieres experimentar. Si me pides ayuda, yo te la doy, pero nunca juzgo nada. Si decidieras no seguir este camino y quisieras experimentar sufrimiento o probar otras formas, a mis ojos seguirías siendo perfecto y no juzgaría nada de lo que hicieras. Eres libre para elegir lo que gustes y mi amor por ti no está en juego. Pero, si me dices que quieres despertar, que quieres paz, que quieres experimentar amor permanente, entonces sí te diré que algunas de las cosas que estás haciendo están muy mal y no sirven, mientras que otras son muy buenas».

Esto es hermoso. En Conversaciones con Dios, Dios da muchos consejos, desde qué comer y qué no hasta cómo relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. Pero estos consejos no se basan en la idea de algo bueno o malo de manera absoluta. Depende únicamente de lo que queremos experimentar.

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Cuatro claves de Eckhart Tolle para manifestar lo que queremos

Voy en la mitad de mi curso de manifestación con Eckhart Tolle y quise hacer este video para explicar cuáles han sido las enseñanzas más importantes que me ha dejado.

  1. Para que la manifestación sea realmente satisfactoria, debemos primero conectarnos con nuestro Ser más profundo. Si creamos desde el ego, nunca estaremos realmente satisfechos.
  2. Cuando creamos desde nuestro Ser más profundo, debemos preguntarle a la vida qué es lo que quiere de nosotros, qué quiere crear a través nuestro. A veces nos dirá que sigamos haciendo lo que ya estamos haciendo, y a veces nos dirá que cambiemos. A veces nos dirá que no hagamos nada. Es decir: estar jugando a crear y manifestar cosas externas no es para todo el mundo. No creas que debes manifestar algo sólo porque manifestar, crear y emprender está de moda. Asegúrate de que estás respondiendo a un llamado profundo, que viene de tu conexión con la vida.
  3. Es importante distinguir cuando estamos actuando desde el ego y cuando estamos actuando desde nuestro Ser más elevado. Una señal al respecto es que, cuando actuamos desde el ego, le damos más importancia al futuro que al momento presente. Es decir, este momento, que es el lugar donde ocurre la vida, se convierte sólo en un medio para llegar a otro lugar, pero deja de tener valor por sí mismo. Otra señal es que, cuando actuamos desde el ego, los obstáculos nos generarán un gran malestar. Al estar apegados al resultado, veremos a los obstáculos como enemigos y les tendremos miedo. Por tanto, sentiremos una gran cantidad de ansiedad y estrés. En cambio, cuando actuamos motivados por nuestro Ser más elevado, vemos a los obstáculos de manera más sana. Entonces simplemente buscamos la manera de solucionarlos o superarlos, pero no nos sentimos personalmente atacados por ellos ni tenemos miedo o ansiedad, pues sabemos que estaremos bien incluso si no logramos el objetivo. Y esa es una señal de que estamos conectados con nuestro Ser: disfrutamos el viaje. Este momento es lo más importante. EL objetivo es secundario, es sólo algo adicional, pues la plenitud y la satisfacción ya están aquí.
  4. Una forma muy poderosa de resolver los problemas es aprender a estar en silencio interior. Cuando estamos en silencio, encontramos respuestas que vienen de una fuente más elevada. A veces, la razón por la que no podemos solucionar los problemas es que no somos capaces de dejar de pensar. Por tanto, Eckhart Tolle recomienda que, al enfrentar problemas complejos, alternemos entre el pensamiento enfocado y el silencio interior. Enfócate en el problema, piensa en las posibles soluciones. Pero luego relájate, suelta y conéctate con el silencio. Ese equilibrio te permitirá encontrar soluciones mucho más creativas de aquellas a las que podrías llegar sólo a través de tu mente limitada.

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El primer paso para crear lo que quieres

Como les conté en algunas entradas previas, estoy haciendo un curso de manifestación con el maestro Eckhart Tolle. Hoy quiero compartir con ustedes los fundamentos de la manifestación según este maestro. Es decir, el primer paso.

La idea de manifestar es muy atractiva. Es la idea de que podemos materializar nuestros deseos, de que podemos cambiar nuestra realidad si cambiamos nuestros pensamientos y elevamos nuestra vibración.

Sin embargo, si la manifestación se quiere usar como parte de un proceso de crecimiento espiritual, es necesario vigilar que quien esté al mando sea nuestro Ser más elevado. Si quien está al mando es el ego, la idea de manifestar no nos ayudará a crecer espiritualmente y puede, por el contrario, hacer que nuestro ego sea más denso, lo que en última instancia nos llevará a la insatisfacción y al sufrimiento.

El ego cree que encontrará la plenitud afuera. Cree que la razón de su insatisfacción es que le faltan cosas o experiencias. «Si tuviera aquello o pudiera hacer aquello otro, entonces me sentiría realizado y pleno», piensa el ego. Pero esto es sólo una ilusión. No hay nada que le pueda dar satisfacción permanente al ego; es insaciable, pues la insatisfacción es parte fundamental de su naturaleza.

Por tanto, si queremos crear algo en nuestra vida que nos traiga satisfacción, el primer paso es asegurarnos que no es nuestro ego quien está en control. ¿Y cómo saber si es el ego el que está en control? Hay varias señales. Una señal clara es que el ego está enfocado en el futuro. Es decir, cuando el ego desea manifestar algo, le da más importancia al futuro que al momento presente. Usa el presente sólo como un medio para llegar al futuro, pero no se permite vivir plenamente en el presente. No puede hacerlo, pues, cuando estamos completamente presentes, el ego desaparece, al menos mientras estamos presentes.

Otra señal es el apego que el ego tiene por la experiencia o cosa que desea materializar. Este apego implica que el ego sufrirá si no consigue eso que desea y que, por tanto, sentirá gran ansiedad ante cualquier obstáculo que surja en su camino. Así, nuestra reacción ante los obstáculos que se nos presentan nos muestra también si es el ego el que está a cargo. Si los obstáculos nos generan gran malestar emocional, miedo e incluso rabia, es una señal de que el ego está al mando. Cuando actuamos motivados desde nuestro Ser más elevado, podemos hacerles frente a los obstáculos de una manera más sensata. Aceptamos que son parte del camino y buscamos la forma de superarlos, pero no los tomamos como un ataque personal, pues nuestro bienestar no depende del resultado.

Cuando estamos motivados por nuestro Ser más elevado, el objetivo es secundario y lo más importante es el viaje, el paso que estamos dando en cada momento, en este momento. Una señal de que estamos alineados con nuestro Ser es que disfrutamos de lo que hacemos. Cada cosa que hacemos nos trae gozo. Por tanto, incluso si no lográsemos el objetivo que perseguimos, la habremos pasado bien, habremos vivido felices mientras caminábamos hacia allá.

¿Estás disfrutando lo que haces ahora? ¿Lo estás disfrutando tanto que, incluso so no llegaras a donde quieres, podrías decir que te sientes satisfecho con tu viaje?

No importa qué tan rápido corras. Si estás yendo en la dirección equivocada, no llegarás a donde quieres. Es por esto que el primer paso en el proceso de manifestar es mirar cuál es nuestra motivación más profunda. Mirar qué es lo que realmente queremos. Mirar qué es lo que nos hace vibrar alto, qué es lo que nos procura felicidad. Y para esto el silencio es una gran ayuda. Cuando nos permitimos estar en silencio interior, podemos oír a nuestro ser más elevado y tomamos consciencia de nuestro propósito.

Mira, pues, cómo te sientes con cada paso que estás dando y asegúrate de que vas hacia donde realmente quieres. Asegúrate de que estás siguiendo a tu corazón y no a tu ego. Este es el primer paso.

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La mejor forma de hacerles frente los errores

Hace poco tuve la fortuna de ver en vivo a una de las mejores violinistas del mundo, la alemana Anne-Sophie Mutter.

Al comienzo de uno de los conciertos que interpretó, cometió un error. Una mala nota. La disonancia fue evidente. Una leve mueca en su rostro demostró que lamentaba haberse equivocado.

Al oír el error, por un momento me sentí preocupado por ella. Debe ser difícil estar en frente de un gran público que espera siempre que lo hagas todo perfecto. La presión debe ser enorme, al igual que el miedo a decepcionar, a no estar a la altura de las expectativas.

Lo que pasó luego, sin embargo, me mostró por qué ella es una de las mejores. El error no alteró en absoluto su presentación. Es como si lo hubiera olvidado inmediatamente, como si nunca hubiera ocurrido. Se relajó y empezó a tocar con una soltura increíble, completamente entregada a su intrumento, como si el público no existiera, totalmente despreocupada. ¡Qué gran nivel de maestría!

Muchas veces, cuando cometemos errores, nos ponemos inseguros, y esa inseguridad nos hace más propensos a cometer errores. Por eso, saber cómo lidiar con los errores es parte fundamental.

Siempre habrá errores, pero no tenemos por qué cargarlos en nuestra mente y en nuestras emociones. Entre más rápido los dejemos ir, más rápidamente podremos conectarnos con nuestra tranquilidad y continuar lo que estamos haciendo y hacerlo bien.

A veces, al ver que nos equivocamos, empezamos a dudar de nosotros. Nos enfocamos en el error. Nos fastidiamos y perdermos el flujo de lo que estamos haciendo. Pero es obvio que quedarnos lamentando el error no nos ayuda a nosotros ni a nadie. Poder dejar el error en el pasado y entregarnos plenamente a este momento es una gran capacidad. Es tal vez la mejor manera de hacerles frente a los errores.

Al final del concierto, el error del comienzo estaba completamente en el olvido. Creo que la gran mayoría de los asistentes no lo recordará, pues el resto del concierto fue deslumbrante. La única razón por la que lo recuerdo es porque cuando vi la forma como ella reaccionó, me dieron ganas de escribir este artículo. De lo contrario, estoy seguro de que ese error también habría desaparecido de mi mente.

La forma como lidiamos con nuestros errores puede ser hermosa. Ver a Anne-Sophie Mutter enfrentar un error de esa manera fue hermoso. Lo hizo con tanta gracia que incluso puedo decir que gracias a ese error ahora la considero incluso una mejor violinista más que antes.

Deja pasar tus errores. Aprende de ellos, pero no te quedes revolcándote en el fango de tus pensamientos. Vuelve al momento presente. El error no existe ya. Está en el pasado. Tú, en cambio, estás aquí, ahora. No permitas que el temor a errar de nuevo te desconecte de este momento. Tal vez te equivoques otra vez, pero preocuparte y estar ansiosa por eso no va a hacer las cosas más fáciles. Aprende a relajarte y a fluir. Da lo mejor ahora. Usa el error como un trampolín, no como un lastre. Cuando lo asumes así, incluso el error puede convertirse en un adorno de tu gracia, pues, como lo demostró esta gran violinista, puede haber belleza y gracia en la forma como afrontamos nuestros errores.

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El odio como herramienta del amor

Hace poco me contó una amiga que ha estado angustiada por la situación de violencia que se vive en su país.

Una de las cosas que la angustiaba es que esa situación ha detonado en ella emociones negativas. Se sorprendió al verse odiando, y eso la hizo sentir mal consigo misma.

Conprendí perfectamente lo que le estaba pasando, pues es algo que también a mí me pasa a menudo: experimento emociones y pensamientos que juzgo como inadecuados.

Muchas veces, cuando comenzamos un camino espiritual, el ego se intromete y nos impone ciertos estándares «espirituales». Se forja una idea de cómo deberíamos ser, qué deberíamos sentir y cómo deberíamos reaccionar frente a las situaciones. Si bien esos ideales pueden ser nobles y bellos, al exigírnoslos y juzgarnos en caso de no cumplirlos, nos alejamos de nuestra espiritualidad. Cuando esos ideales se convierten en una herramienta para sentirnos mal, dejan de ser una ayuda y se convierten en un obstáculo para nuestra paz. Por tanto, se convierten en un obstáculo para poder alcanzar aquello que ellos mismos dictan, pues la paz es el fundamento para tener una vida espiritual sana.

El primer consejo que le di fue que le diera amor a ese odio y se perdonara por odiar; que dejara de pelear consigo misma por lo que estaba sintiendo; que aceptara que es humana y se permitiera experimentar las emociones que surgen en ella.

El primer paso para la transformación es amarnos exactamente como somos en este momento, con todas nuestras emociones, con todos nuestros pensamientos, con todas nuestras heridas. Eso no quiere decir que no tratamos de sanar; quiere decir, solamente, que nos amamos incondicionalmente y, por tanto, que no necesitamos arreglar eso que percibimos como inadecuado en nosotros para ser merecedores y dignos del amor.

Esta es una invitación a amarnos por encima de todo. Ese amor será el motor de los cambios y las transformaciones, no las exigencias de nuestro ego.

Y cuando nos permitimos sentir el odio y lo observamos, eso nos da una madurez espiritual que nos permite ser más compasivos con los demás. Pues al saber que el odio también ha estado en nosotros, comprenderemos mejor a aquellos que odian y actúan motivados por el odio. Ya no los juzgaremos tan duro. Sabremos que eso es parte de la experiencia humana y que es normal en la fase del proceso evolutivo de esas personas, así como ha sido también normal en nuestro proceso.

Así, el odio que sentimos que convierte en una herramienta para el amor, pues nos permite ser compasivos y perdonar a aquellos que odian. Pero, para poder ser compasivos con los demás, primero debemos perdonar el odio que nosotros mismos sentimos. Sólo cuando nos perdonamos por algo, podemos comenzar a perdonar a los demás. Sólo cuando dejamos de juzgar algo en nosotros, podemos dejar de juzgar a los demás. Y cuando dejamos de juzgarlos y comenzamos a amarlos, los ayudamos a transformarse a sí mismos. El amor es mucho más inspirador como herramienta de transformación que los juicios y las exigencias. Y eso aplica tanto para la manera como nos transformamos a nosotros mismos como para la manera en la que ayudamos a los demás a transformarse.

Es normal sentir odio. Es normal sentir miedo. Es normal sentir envidia y celos. Somos humanos. Y el primer paso para transmutar esas emociones y comenzar a experimentar otras emociones más ligeras y elevadas es amarlas. Amarnos exactamente como somos ahora. Pues es el amor el que transforma, es el amor el que sana, es el amor el que perdona. No podemos sanar a la fuerza. No podemos forzarnos a dejar de sentir emociones. Pero podemos comenzar a aceptarnos y amarnos, y eso desencadena un hermoso proceso de transformación.

Recomendación extra: cuando las emociones son muy intensas, conviene expresarlas. Si el odio nos desborda, es porque necesita expresarse, y nos haremos daño si lo reprimimos. Lo mejor es entonces expresarlo de manera sana, sin herir a nadie. Para esto ayuda mucho gritar en una almohada, golpear un colchón o hacer ejercicio fuerte. Así se mueve la energía acumulada, las emociones fluyen y podemos transmutarlas de manera más fácil, con amor.

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