Consejos para aprender de todo el mundo

«Cuando eres buen observador, todo el mundo es tu maestro».

Hace poco puse en mis redes esa frase. Alguien me preguntó entonces: ¿y cómo ser un buen observador? Aquí mi respuesta.

A veces creemos que solo podemos aprender de ciertas personas, de los que tienen títulos, de los que han logrado cosas valiosas a los ojos de la sociedad, de gente de cierta edad o incluso de cierta raza. Entonces, por esas ideas preconcebidas, no vemos a quien está adelante de nosotros con ojos frescos. Y esa frescura es la que nos puede permitir aprender. Pues la verdad es que la persona más humilde o aparentemente más ignorante desde el punto de vista de la sociedad puede decirnos justo lo que necesitamos en ese momento.

Así pues, para mí la clave para ser un buen observador es la inocencia.

La inocencia implica relacionarnos con los demás con ojos de niños. Y para ver con ojos de niños debemos dejar ir el pasado. Pues lo que nos impide aprender de alguien son las ideas preconcebidas que tenemos de esa persona. Son esas ideas las que nos hacen considerar que no tiene algo para ofrecernos. Y esas ideas vienen del pasado.

De pronto alguien de cierto país o de cierta raza nos estafó o estafó a nuestros padres en el pasado. Por tanto, cuando ahora vemos a una persona de ese país o esa raza, desconfiamos. Así, el pasado se interpone entre nosotros y esa persona como un velo denso que nos impide verla como realmente es ahora.

O fue quizás en el colegio o en la universidad donde aprendimos que ciertas personas son más valiosas y sabias que otras. Y esas ideas nos llevan a filtrar las palabras de los demás antes de recibirlas. Y, debido a ese filtro, les impedimos llegar directamente a nuestro corazón.

Si quieres aprender de todos, deja, pues, el pasado, y permítete ver a todo el mundo exactamente como es ahora. Deja que sea la inocencia del niño que hay en ti la que mire y reciba lo que los demás te dicen. Deja que sea tu corazón el que reciba las palabras.

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A veces hacemos verdad nuestros miedos al tratar de evitarlos

Mi película favorita de la serie de La Guerra de las Galaxias es el episodio III: La Venganza de los Sith (alerta de spoilers).

El protagonista, Anakin, está atormentado porque en sueños ve morir a Padme, su amada. El miedo a perderla hace que ceda ante el lado oscuro con el fin de obtener el poder necesario para salvarla. Para obtener esos poderes, utiliza su ira y su odio como fuente de energía. Al final, esa ira y ese odio que ha cultivado lo llevan a matar a Padme, quien muere tal como él lo había previsto en sus pesadillas. Esta línea argumental me recuerda, además, de la frase del maestro Oogway en Kung Fu Panda (otra de mis películas favoritas): «A veces encuentras tu destino en el camino que tomas para evitarlo».

En resumen, es el miedo a perder a Padme el que lleva a Anakin a perder a Padme.

Me parece que hay en esta película una gran enseñanza, pues, si miramos con atención, veremos que lo que le pasó a Anakin nos pasa muchas veces sin darnos cuenta.

Tenemos miedo a que algo malo pase. Como consecuencia, emprendemos acciones motivadas por ese miedo. Pero esas acciones surgen de una baja frecuencia; por tanto, nos llevan a arruinar las cosas. Así, en nuestro intento por evitar lo que tememos, terminamos creándolo.

Un ejemplo común se presenta en las relaciones. De repente sientes miedo de que tu pareja no quiera estar contigo. Entonces empiezas a desconfiar de sus gestos. Crees que no es sincera cuando te dice que te quiere. Y, en lugar de mirar profundo ese miedo y ver la inseguridad que sientes, tratas de arreglar el problema afuera. Le preguntas qué le pasa; quieres saber por qué está pensando en dejarte. Te pones ansioso. Quieres tratar de controlar la situación para evitar lo que temes. Comienzas a seguirla para ver si está viendo a alguien más. Tu pareja, al ver que la sigues, ve en ti una gran inmadurez que le produce rechazo y decide que no quiere estar contigo.

Tienes miedo de enfermarte. No confías en la vida. Tienes que asegurarte de que estás bien. Entonces dejas de dormir bien pensando en la posible enfermedad y permaneces constantemente estresada. Buscas en internet las posibles soluciones y síntomas de la enfermedad. Ese estrés deteriora tu cuerpo y afecta tu sistema inmunológico. Como consecuencia, generas la enfermedad que temes o una parecida.

Podrían escribirse miles de historias con el mismo esquema.

Creo que el error principal de Anakin es querer evitar su miedo mediante el control. En vez de verlo como una oportunidad para ir dentro suyo y sanar, se pone a pelear con la vida, tratando de cambiar a la fuerza el destino que teme. Es el miedo a perder el que lo lleva a perder a su amada. Pero podría haber aprovechado esta oportunidad, en cambio, para encarar ese miedo y sanarlo.

Ante el miedo, muchas veces el ego nos impulsa a la acción. Pero esa es una acción de baja calidad. Es como tratar de apagar el fuego con gasolina.

Si tienes mucho miedo, ve adentro primero antes de tratar de poner en marcha un plan para arreglar las cosas. Por una parte, muchas veces el miedo es una ilusión, y al calmarte podrías ver que en realidad todo está bien. Por otra parte, si en realidad hay un peligro, lo más probable es que puedas solucionarlo con mayor facilidad si tu mente está serena y reposada. El miedo impide reflexionar con calma y distorsiona la percepción, y en ese estado es difícil ver la solución, incluso si se encuentra en frente de tus ojos.

Es difícil mirar en nuestro interior cuando percibimos que hay un gran problema afuera, pero es el lugar en el que más nos conviene mirar.

A veces, la mejor manera de encontrar la solución de un problema es dejar de buscarla obsesivamente. Cuando el agua se aquieta, vemos con claridad lo que yace en el fondo, tomamos contacto con nuestra sabiduría más profunda y podemos hacer frente a los retos de la mejor manera posible.

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Anakin y Padme en La Venganza de los Sith

¿Tienes afán? Entonces es tiempo de ir más despacio

La mente suele tener afán. Quiere todo ya. La paciencia parece no tener sentido.

La razón de esto es que el ego no puede vivir en el momento presente. Si estás totalmente presente, el ego desaparece. Entonces, el ego, para sobrevivir, siempre encuentra que este momento es insatisfactorio y, por tanto, quiere saltar siempre a un momento futuro.

Este querer saltar a un momento futuro toma la forma de impaciencia y ansiedad. Toma la forma de estar afanado. No quiero estar en el automóvil, quiero estar ya en el trabajo. No quiero estar en el trabajo, quiero estar ya en el almuerzo. Debo comer rápido para volver a trabajar…

El afán está disfrazado de importancia. Creemos que, como nuestro cuerpo segrega adrenalina, entonces lo que está sucediendo es en verdad importante y debemos actuar en concordancia. Creemos entonces que debemos correr de un lado para otro sin descanso.

Pero la verdad es que la adrenalina es sólo una respuesta automática. Es un reflejo que heredamos de nuestros ancestros. En la época de las cavernas, y en los animales a partir de los cuales evolucionamos, esa adrenalina se disparaba cuando había peligros reales. Así, a través de ese estrés y esa sensación de urgencia, la adrenalina nos ayudaba a sobrevivir y a evitar peligros. Hoy en día, sin embargo, esa adrenalina se dispara ante todo a causa de nuestros pensamientos. Y esos pensamientos no necesariamente tienen que ver con la realidad. Son sólo imaginaciones y ensueños. Así, creemos estar perseguidos por ilusiones, pero no nos damos cuenta de que son ilusiones. Por tanto, vamos corriendo de un lado para otro con afán, como si de ello dependiera nuestro bienestar.

Pero, si en realidad queremos promover nuestro bienestar, tenemos que parar. Tenemos que observar esa adrenalina y esas fantasías y darnos cuenta de que podemos (y necesitamos) descansar. Nuestro cuerpo necesita descansar. Pero, ante todo, nuestra mente y nuestro sistema nervioso necesitan descansar.

Así pues, cuando vayas muy de afán, acostúmbrate a parar y a cuestionar lo que estás haciendo. ¿Realmente hay algo que amerite estar estresado y corriendo? ¿Tu vida está amenazada? ¿Qué es lo más malo que puede pasar si paras un momento ahora?

Busca estar en silencio interno al hacerte estas preguntas. Tu mente egoica responderá siempre que todo es importate y te dará una lista de las cosas que pueden salir mal si no le haces caso. No le hagas caso. Lo que está saliendo mal es que estás consumiendo tu cuerpo y tu sistema nervioso a causa de ilusiones. Puedes para ahora. Sólo prueba.

A medida que paramos, nos damos cuenta de que no pasa nada malo y, por el contrario, lidiamos de mejor manera con todos los asuntos cotidianos. Manejamos con más calma y sabiduría. Caminamos con más sabiduría. Comemos de forma más sana. Dormimos mejor. Llegamos más descansados a nuestros destinos. Tenemos más energía para hacer nuestros trabajos. Estamos de mejor humor y forjamos mejores relaciones, gracias a las cuales nuestro trabajo en equipo se fortalece.

Deja, pues, que el afán sea una señal que te indica que es momento de ir más despacio.

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¿Cuantas veces has dicho «no» por miedo?

Varias veces he dejado pasar oportunidades por miedo. He rechazado trabajos y me he alejado de relaciones por miedo.

En el momento de tomar las decisiones, sin embargo, muchas veces no fui consciente de que mi miedo. Muchas veces tuve una justificación racional que parecía indicar que retirarme era lo correcto. Solo con el tiempo se ha vuelto claro que aceptar esas oportunidades habría sido lo mejor para mí, a pesar del miedo.

Es normal tener miedo ante situaciones nuevas. Es normal tener miedo cuando no podemos prever el resultado y no tenemos control. Lo importante es ser lo suficientemente conscientes para que no sea el miedo quien tome las decisiones.

Se requiere honestidad para mirar al miedo de frente; se requiere valentía para no tomar la decisión a partir de él.

Eso no quiere decir que debamos decir que sí a todo, como el protagonista la película Di que sí. Por supuesto, habrá momentos en los que lo más sensato es decir que no, declinar, alejarnos. La invitación es, simplemente, a tener la intención de decidir conectados con el corazón y no desde el miedo.

Cuando sientas que el miedo te dice «no», espera. Ve más profundo. Busca el silencio, date espacio. Si puedes, tómate un tiempo para decidir.

Nada nos desconecta de nuestro corazón tanto como el miedo, y nada disuelve tanto el miedo como conectarnos con nuestro corazón.

Y el miedo pierde su poder cuando nos volvemos intensamente conscientes de él, pues entonces observamos sus trucos y ya no los confundimos con la voz de la sensatez y la razón.

Está bien si tienes miedo. Simplemente obsérvalo, detente y no decidas todavía. Ve primero a tu corazón.

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La danza entre el ser y el hacer: una nueva forma de manifestar

Hace poco entré a un grupo de Facebook llamado «Manifestación consciente con Eckhart Tolle» (el grupo es en inglés). Me gustó mucho el mensaje de Eckhart que recibí de bienvenida:

«A través de los años, mucha gente me ha preguntado sobre cómo encontrar su propósito en este mundo y cómo eso se relaciona con el despertar espiritual.

Es una pregunta muy importante.

Por una parte, el propósito de tu vida se encuentra en las actividades que realizas en lo que llamo «la dimensión horizontal» (o la dimensión del hacer).

Muchas de las enseñanzas sobre manifestación se enfocan casi exclusivamente en esta dimensión, sugiriendo que, si obtienes lo que deseas, serás feliz. Pero esto es una falacia; todo el mundo eventualmente se da cuenta de que, si sólo opera en la dimensión horizontal, podrá obtener lo que desea, pero eso no los satisfará en última instancia.

Hay otra dimensión que llamo «la dimensión vertical», o la dimensión del ser, de la cual es igualmente importante ser concientes cuando hablamos de manifestación. La maestría en esta vida es tener ambas en tu vida. A veces llamo eso la.danza entre el ser y el hacer (no como cosas separadas, sino actuando de manera conjunta), el ser y el hacer como una sola cosa.

El universo ha estado creando de manera continua por millones de años. Pero puede ser que la siguiente etapa en la creación es una muy diferente de aquella en en la que el universo ha estado creando durante los últimos millones de años. A medida que la humanidad despierta, también despertarán nuestros poderes para crear un cambio verdadero en nuestro planeta.»

Me encantó esa reflexión. Es momento de crear de manera diferente. No se trata de buscar a través de lo que creamos algo que nos complete. Se trata de encontrar en nuestro ser (lo que Eckhart Tolle llama la dimensión vertical) la plenitud y la dicha, y de crear a partir de ese estado.

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Incendios en el Amazonas: cómo ayudar

Te quiero invitar a ver este video que grabé sobre cómo podemos ayudar en la crisis que se está presentando en el Amazonas.

Es una invitación a usar esta situación como una oportunidad para evolucionar y para sanar como seres humanos, y a reconocer que la mejor forma en la que podemos ayudar es expandiendo nuestra consciencia.

Somos responsables. Todos. Y está en nuestras manos crear el futuro que queremos. Podemos decidir cuál será nuestro futuro como especie, y cada cosa que hacemos, cada pensamiento, cada acto de consumo tiene un impacto y contribuye a crear nuestra realidad.

En este video te invito a ayudar desde el amor, desde la esperanza; te invito a elevar tu vibración y a inspirar a otros a emprender acciones más conscientes y a tener hábitos más saludables para nuestro hermoso planeta.

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Puedes crear lo que quieres en este momento

Cuando pensamos en crear nuestra realidad, por lo general nos enfocamos en emprender acciones encaminadas hacia un resultado que deseamos en el futuro. Y eso, sin duda, es grandioso. Si queremos una bella casa nueva, es una buena idea ir a buscar los materiales y diseñar los planos. Sin embargo, estas acciones sólo corresponden al aspecto superficial del proceso mediante el cual creamos nuestra realidad, que consiste en modificar lo que percibimos como nuestro mundo exterior.

La forma más profunda y poderosa de crear nuestra realidad es ir adentro, al corazón, y crear allí la experiencia que deseamos en este momento. Podemos crear allí una gran experiencia de abundancia, amor, gratitud y plenitud que no depende en absoluto de nuestras circunstancias externas. En esa experiencia, nos damos cuenta de que tenemos ya todo lo que podríamos necesitar para ser felices. Nos damos cuenta de que este momento, este preciso instante, es un regalo sagrado.

Cuando creamos en nuestro interior esta experiencia de plenitud, nos alineamos con la vida y nuestras acciones fluyen sin esfuerzo, pues creamos impulsados por el amor, cuya naturaleza es crear. Creamos, no porque necesitemos algo externo para ser felices, sino por el impulso natural de seguir nuestro corazón.

Además, cuando experimentamos plenitud interna, nuestra vibración se eleva y atraemos naturalmente aquellas situaciones externas que resuenan con esa vibración. Entonces manifestamos con facilidad también aquello que deseamos en en plano externo. Pero esto es solo un bono, un regalo extra y secundario, pues en la plenitud ya está todo, ya nos sentimos completos.

Tomar acción es maravilloso. Pararnos de la cama y ponernos en marcha es parte indispensable del proceso de crear nuestra realidad. Pero, para que esas acciones estén impulsadas por una chispa divina, debemos ir al corazón.

Si quieres crear tu realidad, comienza por este preciso momento. Comienza por sanar, comienza por encender el fuego en tu interior. No tienes que esperar al futuro para crear una vida plena, abundante y maravillosa. Esa vida se encuentra ya aquí. Realmente, podría decirse que, más que crear esa realidad, se trata de sanar nuestra percepción y darnos cuenta de que ya tenemos y somos todo aquello que jamás podríamos llegar a desear en lo más profundo de nuestro corazón. Ahora.

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¿Qué hacer ante el miedo que suscitan las crisis?

Imagina a alguien que compra un flamante auto nuevo. Por supuesto, esa persona quiere que todo funcione bien. Frente al más pequeño ruido o defecto, va a un taller de expertos para que revisen el auto. Pero imagina ahora que, al ver una gran avería o un problema eléctrico muy complejo, esa persona dijera: «Bueno, esto es demasiado grave. Por tanto, es mejor que me encargue yo personalmente, así que en esta ocasión no llevaré el auto al taller, sino que trataré de arreglar el problema por mi cuenta».

Esta forma de pensar es ilógica. Sin embargo, la aplicamos todo el tiempo sin darnos cuenta.

Cuando todo marcha bien, es fácil confiar en la vida, relajarnos y soltar el control. Cuando surge una dificultad que nos produce mucho miedo, en cambio, queremos controlarlo todo y resolver el problema por nuestra cuenta. En esos momentos de gran estrés se nos olvida muchas veces el poder de parar, ir a nuestro corazón y entregarle el problema a nuestro Ser más elevado. Ante algo que produce mucho miedo, muchas veces dejamos el problema en manos de nuestra mente limitada, que trata entonces de predecir el futuro a partir de sus experiencias pasadas para tratar de protegernos del dolor.

Así, cuando más necesitamos de la profunda sabiduría de la Vida, en vez de ir a buscarla en nuestro silencio profundo, nos vamos detrás de la mente parlanchina, creyendo que ella tiene la respuesta. «No me pidas que me calle ahora», dice la mente. «No me ignores, estamos en una emergencia. Cuando todo vuelva a estar bajo control, puedes volver a jugar a eso de estar en silencio y escuchar al corazón, pero mientras dure la crisis, yo estoy a cargo».

Esta forma de reaccionar es apenas natural. Llevamos muchas vidas usando la mente como principal herramienta de supervivencia. Y entre más difícil es una situación y más miedo suscita, mayor necesidad de controlar tiene la mente. Romper ese patrón no es fácil. Al principio, es muy difícil saltar al vacío al que nos invita el corazón; no tenemos aún suficiente confianza en la Vida; nuestra fe no se ha desarrollado.

Al principio, buscar el silencio profundo en esas situaciones se siente como salir a correr por un laberinto lleno de peligros con los ojos vendados. Pareciera increíble que así vamos a encontrar la salida. La verdad, sin embargo, es que la forma más fácil de encontrar la salida es conectarnos con nuestra sabiduría más profunda; allí ya están todas las respuestas.

Por tanto, esta es una invitación a que, entre mayor sean el miedo y la incertidumbre y más grande se vea la ameanza, más te apresures a cerrar los ojos y a buscar el silencio sagrado que mora en tu corazón.

No tratarías de arreglar el motor de tu auto por tu cuenta. No trates, pues, de desenmarañar tu vida sin la ayuda de Aquel que más te puede ayudar. Es justamente cuando tenemos un gran problema que más necesitamos de la ayuda de un experto.

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La buena noticia de saber que estás en una pesadilla

En el momento en el que nos volvemos plenamente conscientes de que estamos en una pesadilla, deja de ser pesadilla.

Esto es así porque saber que es una pesadilla equivale a saber que no es real. Entonces nos relajamos, pues reconocemos que en realidad no estamos amenazados. Al relajarnos, el miedo se va, y si no produce miedo, no es una pesadilla.

Lo más usual es que cuando nos relajamos las imágenes del sueño se transformen y reflejen nuestro nuevo estado emocional. Además, cuando sabemos que no es real, muchas veces adquirimos la capacidad de modificar el sueño a nuestro antojo.

La idea de hablar de esto aquí es, por supuesto, que la vida se parece más a un sueño de lo que a veces pensamos. Por eso hablamos de despertar espiritual.

Pero, sin ir a ideas metafísicas muy alejadas, podemos despertar de pequeñas pesadillas que nos acosan día a día.

De repente tu miedo se activa porque pierdes un calcetín y tu mente te dice que algo malo está pasando. Alguien te mira de cierta forma o dice algo y te sientes amenazado. No entiendes algo y sientes cómo si fueras a perder algo vital. Pero ¿es así? ¿Estás amenazado? ¿Realmente está pasando algo malo? ¿No será sólo una reacción automática e irracional que nos lleva a ver monstruos donde no los hay? ¿No será simplemente que estamos en medio de una pesadilla?

En casos más extremos, también podemos darnos cuenta de que no es real, de que no somos nuestro cuerpo y de que aquello que en verdad somos no puede ser amenazado. Sin embargo, como en todo, basta con empezar por cosas pequeñas. Así se va adquiriendo la práctica de interpretar las cosas de otra manera. Y a medida que la práctica se afianza, podremos aplicar esa interpretación a cosas cada vez más grandes y aparentemente más serias y reales.

Si te das cuenta de que estás en una pesadilla, ¡qué buena noticia! Eso significa que no es real, que no estás amenazado y que puedes relajarte. Pero, además, significa que estás comenzando a despertar y que, por tanto, pronto dejará de ser una pesadilla y podrá transformase en un sueño feliz en el que gozarás mientras acabas de despertar por completo.

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¿Untado el dedo, untada la mano?

Un par de amigos emprendieron un viaje en automóvil para llegar a un pueblo que quedaba en el norte. Después de tres horas de viaje, se dieron cuenta de que, sin querer, todo el tiempo habían estado viajando hacia el sur. Uno de ellos dijo: «¡Debemos detenernos y dar la vuelta, vamos en la dirección equivocada!», pero el otro replicó: «¡Bah! Ya viajamos tres horas en la dirección equivocada, así que qué importa si seguimos por el mismo camino por otra hora más».

El razonamiento del segundo hombre es absurdo. Es la idea que subyace al refrán «Untado el dedo, untada la mano». Ya se dañó una parte, qué importa si se acaba de dañar todo.

Es una forma de pensar absurda. Sin embargo, muchas veces nos dejamos llevar por esta idea. Estás haciendo dieta y no aguantaste y comiste algo que no debías. Y entonces piensas: «¡Bah! Ya dañé la dieta, así que seguiré comiendo mal toda la tarde, ya qué importa».

La verdad es que sí importa. No es lo mismo comerse un dulce en medio de una dieta que tener una tarde completa de excesos. No es lo mismo desviarse cien kilómentros que desviarse mil kilómetros. Al menos, no es lo mismo si te interesa llegar a donde quieres y llegar pronto.

Muchas veces es el perfeccionismo el que nos lleva a actuar así. «O lo hago perfecto o no hago nada». Blanco o negro. Pero esa mentalidad es una clara estrategia para el fracaso rotundo. Pues si los pequeños errores en tu camino son una excusa para acabar de desviarte, siempre tendrás excusas para alejarte de tu meta, ya que todos somos imperfectos, y con frecuencia nos equivocaremos y tomaremos malas decisiones. Es parte del camino.

Usa las equivocaciones como recordatorios, como alarmas que te indican que es momento de volver a enfocarte. Y redirige tu rumbo tan pronto como suene la alarma, tan pronto como caigas en cuenta. Usa tus errores para crecer.

Si te caiste, no te quedes revolcándote en el barro. Mira, más bien, cuál fue la piedra en la que te tropezaste y asume la experiencia como un aprendizaje para no tropezarte en el mismo lugar la próxima vez.

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