La mente suele tener afán. Quiere todo ya. La paciencia parece no tener sentido.
La razón de esto es que el ego no puede vivir en el momento presente. Si estás totalmente presente, el ego desaparece. Entonces, el ego, para sobrevivir, siempre encuentra que este momento es insatisfactorio y, por tanto, quiere saltar siempre a un momento futuro.
Este querer saltar a un momento futuro toma la forma de impaciencia y ansiedad. Toma la forma de estar afanado. No quiero estar en el automóvil, quiero estar ya en el trabajo. No quiero estar en el trabajo, quiero estar ya en el almuerzo. Debo comer rápido para volver a trabajar…
El afán está disfrazado de importancia. Creemos que, como nuestro cuerpo segrega adrenalina, entonces lo que está sucediendo es en verdad importante y debemos actuar en concordancia. Creemos entonces que debemos correr de un lado para otro sin descanso.
Pero la verdad es que la adrenalina es sólo una respuesta automática. Es un reflejo que heredamos de nuestros ancestros. En la época de las cavernas, y en los animales a partir de los cuales evolucionamos, esa adrenalina se disparaba cuando había peligros reales. Así, a través de ese estrés y esa sensación de urgencia, la adrenalina nos ayudaba a sobrevivir y a evitar peligros. Hoy en día, sin embargo, esa adrenalina se dispara ante todo a causa de nuestros pensamientos. Y esos pensamientos no necesariamente tienen que ver con la realidad. Son sólo imaginaciones y ensueños. Así, creemos estar perseguidos por ilusiones, pero no nos damos cuenta de que son ilusiones. Por tanto, vamos corriendo de un lado para otro con afán, como si de ello dependiera nuestro bienestar.
Pero, si en realidad queremos promover nuestro bienestar, tenemos que parar. Tenemos que observar esa adrenalina y esas fantasías y darnos cuenta de que podemos (y necesitamos) descansar. Nuestro cuerpo necesita descansar. Pero, ante todo, nuestra mente y nuestro sistema nervioso necesitan descansar.
Así pues, cuando vayas muy de afán, acostúmbrate a parar y a cuestionar lo que estás haciendo. ¿Realmente hay algo que amerite estar estresado y corriendo? ¿Tu vida está amenazada? ¿Qué es lo más malo que puede pasar si paras un momento ahora?
Busca estar en silencio interno al hacerte estas preguntas. Tu mente egoica responderá siempre que todo es importate y te dará una lista de las cosas que pueden salir mal si no le haces caso. No le hagas caso. Lo que está saliendo mal es que estás consumiendo tu cuerpo y tu sistema nervioso a causa de ilusiones. Puedes para ahora. Sólo prueba.
A medida que paramos, nos damos cuenta de que no pasa nada malo y, por el contrario, lidiamos de mejor manera con todos los asuntos cotidianos. Manejamos con más calma y sabiduría. Caminamos con más sabiduría. Comemos de forma más sana. Dormimos mejor. Llegamos más descansados a nuestros destinos. Tenemos más energía para hacer nuestros trabajos. Estamos de mejor humor y forjamos mejores relaciones, gracias a las cuales nuestro trabajo en equipo se fortalece.
Deja, pues, que el afán sea una señal que te indica que es momento de ir más despacio.

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