Consejos para aprender de todo el mundo

«Cuando eres buen observador, todo el mundo es tu maestro».

Hace poco puse en mis redes esa frase. Alguien me preguntó entonces: ¿y cómo ser un buen observador? Aquí mi respuesta.

A veces creemos que solo podemos aprender de ciertas personas, de los que tienen títulos, de los que han logrado cosas valiosas a los ojos de la sociedad, de gente de cierta edad o incluso de cierta raza. Entonces, por esas ideas preconcebidas, no vemos a quien está adelante de nosotros con ojos frescos. Y esa frescura es la que nos puede permitir aprender. Pues la verdad es que la persona más humilde o aparentemente más ignorante desde el punto de vista de la sociedad puede decirnos justo lo que necesitamos en ese momento.

Así pues, para mí la clave para ser un buen observador es la inocencia.

La inocencia implica relacionarnos con los demás con ojos de niños. Y para ver con ojos de niños debemos dejar ir el pasado. Pues lo que nos impide aprender de alguien son las ideas preconcebidas que tenemos de esa persona. Son esas ideas las que nos hacen considerar que no tiene algo para ofrecernos. Y esas ideas vienen del pasado.

De pronto alguien de cierto país o de cierta raza nos estafó o estafó a nuestros padres en el pasado. Por tanto, cuando ahora vemos a una persona de ese país o esa raza, desconfiamos. Así, el pasado se interpone entre nosotros y esa persona como un velo denso que nos impide verla como realmente es ahora.

O fue quizás en el colegio o en la universidad donde aprendimos que ciertas personas son más valiosas y sabias que otras. Y esas ideas nos llevan a filtrar las palabras de los demás antes de recibirlas. Y, debido a ese filtro, les impedimos llegar directamente a nuestro corazón.

Si quieres aprender de todos, deja, pues, el pasado, y permítete ver a todo el mundo exactamente como es ahora. Deja que sea la inocencia del niño que hay en ti la que mire y reciba lo que los demás te dicen. Deja que sea tu corazón el que reciba las palabras.

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La importancia de ser ignorante

Si nunca has cocinado y alguien se ofrece a enseñarte a cocinar, no te sentirás ofendido. Pero si llevas toda la vida cocinando y crees que eres un gran chef, puede que el ofrecimiento te parezca un insulto. Y puede que, debido a eso, te pierdas la oportunidad de aprender una nueva receta, tal vez mejor que muchas de las que conoces.

Para ser capaces de aprender debemos reconocer primero que somos ignorantes, y al ego le duele reconocer su ignorancia o su insuficiencia en aquellos temas con respecto a los cuales define su identidad.

Así pues, mira aquellos lugares en los que no te permites aprender de otros. De pronto es tu ego que tiene miedo a sentirse pequeño. Permitirnos reconocer nuestra ignoracia es la clave para seguir creciendo. Es incómodo, pero nos permite evolucionar.

Tal vez es tu jefe, tu subalterno o tu colega que tratan de mostrarte una mejor manera de hacer las cosas, pero los rechazas porque te sientes atacado y ofendido. Tal vez es tu hermano menor que te señala un aspecto en el que eres más inmaduro que él y te cuesta reconocerlo. Tal vez es tu amigo que no tiene tus mismas creencias religiosas pero se ofrece a enseñarte algo sobre la espiritualidad, y rechazas sus enseñanzas, porque atentan contra la idea que tu ego espiritual ha forjado de ti, una idea en la que eres «mejor» que tu amigo y según la cual no tienes nada que aprender de él ni de nadie que no sean los maestros que has venido leyendo por años. Tal vez sea el vendedor de frutas que te dice «¿Quiere que le dé un consejo?» y lo ignoras porque consideras que, si está vendiendo frutas, es porque no tiene nada valioso que enseñarte.

Piénsalo: ¿Cuántos maestros hemos dejado pasar debido a nuestro orgullo?, ¿cuántas oportunidades de aprender hemos perdido? Por eso, si quieres crecer más rápido, aguza tus oídos. Permítete sentirte ignorante. Con verdadera humildad y sin fingirlo permítete ser alumno de aquellos que crees que deberían ser tus alumnos.

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¿Qué nos quieres enseñar?

Todo el mundo enseña, y enseña continuamente.

Un Curso de Milagros, cap. 6, introducción, 2, 2.

Todo el mundo basa sus acciones en algún sistema de creencias, ya sean estas conscientes o inconscientes. En otras palabras, nuestras acciones son un reflejo de nuestras creencias más profundas.

Si actúas de forma tacaña, muestras que crees que tu abundancia es limitada. Si atacas a alguien es porque crees que esa persona es tu enemigo y merece sufrir. Si compartes relajadamente muestras tu creencia en la abundancia.

Y esto no se puede fingir. Se trata de la acción completa, y eso incluye cómo te sientes. Si actúas externamente como si confiaras en alguien, pero internamente tienes miedo de esa persona, muestras que crees que esa persona puede hacerte daño. Podemos sentir tu paz y tu miedo, así no nos demos cuenta en el nivel consciente.

Así, al actuar siempre estamos mostrando que aceptamos ciertas creencias y rechazamos otras. Y al mostrar que aceptamos ciertas creencias, las promovemos en los demás. Es decir, enseñamos nuestras creencias más profundas todo el tiempo a través del ejemplo.

Con cada acción promueves las creencias que dieron pie a esa acción. Tus actos amorosos enseñan a amar. Tus actos basados en la desconfianza enseñan a temer. Cuando actúas a partir de la carencia enseñas carencia. Cuando actúas a partir de la abundancia enseñas abundancia.

Siempre estamos enseñando. Eso no lo podemos cambiar. Pero podemos elegir enseñar de manera consciente.

¿Qué nos quieres enseñar?

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Te siguen más personas de las que crees

El otro día estaba esperando a que cambiara el semáforo para cruzar la calle. Pero vi que alcanzaba a cruzar si caminaba rápido, a pesar de que la luz no había cambiado. Decidí arriesgarme y crucé la calle mientras la luz seguía en rojo para mí y en verde para los automóviles. Al fin y al cabo, tenía la seguridad de que alcanzaría a cruzar. Entonces, ¿por qué esperar?

De lo que no caí en cuenta fue de que a mi lado había varias personas esperando y, al yo comenzar a caminar, algunas de ellas me imitaron, pensando que la luz había cambiado. Esas personas inconscientemente confiaron en mí y asumieron que yo respetaba las señales de tránsito. Y pusieron su vida en riesgo por eso. Un par de personas se asustaron al ver que los carros no paraban y se devolvieron corriendo a la acera.

Lo que hacemos tiene un impacto en quienes nos rodean. Estamos rodeados por personas que confían en nosotros.

No quiero con esto quitarles responsabilidad ni verlas como víctimas. Seguramente, si hubieran estado más atentas, se habrían dado cuenta de que la luz seguía en rojo. Y, si hubiera sucedido un accidente, seguramente no me podrían haber responsabilizado legalmente por ello. No empujé a nadie ni lo obligué a caminar. Sin embargo, contribuí a ese comportamiento al no ser consciente del poder que tiene mi ejemplo.

Cada cosa que hacemos y cada elección que tomamos tienen un impacto en nuestra cultura y en la forma de pensar y de actuar de quienes nos rodean. Cada acto de amor es una invitación a imitarlo, al igual que cada acto inconsciente.

No es a ti solo a quien cuidas cuando te cuidas. Nos cuidas a todos al invitarnos con tu ejemplo. Y no es solo a ti a quien pones en riesgo cuando asumes comportamientos inconscientes.

Te siguen más personas de las que crees. Todo el tiempo estamos enseñando. Elijamos enseñar con amor.

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Espero que dejes de leer este blog

Un Curso de Milagros tiene una frase que me fascina:

El propósito de un buen maestro es hacerse innecesario.

No soy un maestro espiritual en el sentido de que no he alcanzado un estado interno de maestría, de iluminación. Pero soy maestro en el sentido en el que todos somos maestros. Tengo cosas para compartir y, si deseas, puedes aprender de mí si lo necesitas. Ojalá pronto ya no lo necesites.

He dado clases de españos en varias universidades, y, cuando lo hago bien, mis alumnos dejan de necesitarme. Un buen maestro no busca seguidores. Busca compartir todo lo que tiene. De manera que sus alumnos lleguen a un punto en el que ya no tengan nada que aprender de él y puedan prescindir de sus servicios. En otra palabras, un buen maestro no busca crear seguidores, sino crear maestros.

No te voy a mentir. Deseo que este blog crezca y que cada vez lo lean más personas. Y deseo esto porque creo que hay mucha gente a la que le podría ayudar en su camino. Sin embargo, sueño con un mundo iluminado, en el que nadie tenga ya necesidad de enseñanzas espirituales.

Ojalá pronto yo no tenga nada para decir de lo que no seas consciente ya. Ojalá que encuentres en ti verdades más elevadas, y leas esto sólo como escucharías el balbuceo de un niño. Ojalá llegue el punto en el que no te interese leer mensajes como este.

Bendiciones en tu camino.

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El secreto para estar agradecido siempre

Uno de los mejores consejos que he oído para afrontar situaciones difíciles es este: agradécelas porque son una oportunidad para sanar algo.

Cuando tomamos perspectiva y reconocemos que estamos aquí para crecer y para evolucionar, todo es un regalo. Depende de nosotros abrirlo o no. Y la clave para abrirlo es agradecerlo.

No hay ninguna situación que no puedas usar para sanar algo, para conocerte, para expandir tu consciencia.

¿Te estrellaste en el carro? ¿Se te quemó la comida? ¿Llegaste tarde? ¿Terminó esa relación que tanto apreciabas? Hay ahí una oportunidad para crecer. No quiere decir que no va a doler. Pero es un motivo para agradecer, pues te está brindando la posibilidad de hacer lo más importante de todo: crecer.

Una vez entra la gratitud, nos abrimos a recibir el regalo oculto en la situación. Tenemos disposición para aprender de ella. Y entonces tiene el poder incluso de convertirse en una bendición ante nuestros ojos.

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Enseño lo que quiero aprender

Hay muchos consejos que doy en mis redes sociales. Pero te digo la verdad: no siempre los pongo en práctica. Es obvio, no soy perfecto. A veces trato, a veces me canso, a veces no sé cómo.

Me gusta dar consejos que no pongo en práctica porque al darlos aumenta la posibilidad de que yo los ponga en práctica. Y si ya los pongo en práctica, al compartir la idea se refuerza la convicción en mí y se vuelve más fácil la práctica.

Las ideas tienen una propiedad maravillosa: a medida que se comparten, se refuerzan en la mente de quien las comparte.

En el caso de las ideas, es obvio que al dar cada vez tengo más de aquello que doy. No pierdo nada al dar una idea. Por el contrario: la fortalezco en mí.

Así pues, te invito a compartir aquellas ideas que quieres vivir, aun si en este momento no son una realidad para ti. Enseña aquello que quieres aprender, así todavía no domines la práctica. Ya verás como al enseñar aprendes.

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