El regalo más valioso que podemos dar

El mayor regalo que le podemos hacer a quienes nos rodean es nuestra presencia, nuestra vida, nuestro tiempo.

Para poder dar ese regalo, es necesario que tengamos la capacidad de estar presentes. Si estamos perdidos en el pasado o el futuro en nuestra mente, nuestro cuerpo estará allí pero nosotros estaremos ausentes.

Por tanto, para poder compartir con los demás debemos sentirnos cómodos con nosotros mismos, con nuestra presencia. En efecto, si no estamos cómodos con nosotros mismos, evadiremos nuestra propia presencia y, por tanto, no podremos regalársela a los demás.

Cuando tratamos de huir de nosotros somos como ese amigo que no puede dejar de mirar su celular mientras comemos con él. Es agradable ver su cuerpo y saber que está bien, pero sería mucho mejor poder entrar en contacto profundo con él, y para eso él debe estar disponible.

La mejor manera de aprender a estar cómodos con nosotros mismos es practicando, es decir, pasando tiempo a solas sin distracciones, de manera consciente. La meditación es una herramienta maravillosa para eso.

En consecuencia, pasar tiempo a solas nos capacita para brindarles a los demás el regalo de nuestra presencia.

No creas, por tanto, que buscar estar a solas es egoísta. En tu soledad está ya la semilla del regalo más valioso que puedes darles a los demás.

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El propósito espiritual de la soledad

Hace poco vi una charla del maestro espiritual Matt Kahn que me pareció muy inspiradora. Transcribiré aquí un breve fragmento que me encantó sobre la soledad:

El propósito espiritual más profundo de la soledad es que la soledad es la manera como superamos la ilusión de que estamos solos.

Y es que solamente experimentamos estar aislados hasta que nos volvemos conscientes de que el Universo siempre está con nosotros y de no existe algo así como ‘estar a solas’.

El Universo es siempre un amigo y un compañero para ti, y siempre está dentro de ti, no afuera de ti. En consecuencia, sólo pasamos tiempo ‘a solas’ hasta que tomamos consciencia de nuestra verdadera compañía en nuestro interior. Y esa compañía que está en nuestro interior es la completud y la plenitud que no puede ser afectada por las circunstancias externas ni por las pérdidas.

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¿Qué tan buen amigo eres de ti mismo?

Piensa en esas veces en las que te ves con un amiga y no hay nada de qué hablar. Si hay una relación profunda o si hay gran afinidad, ese silencio compartido será una experiencia agradable.

Sé que una amistad es profunda cuando podemos compartir y disfrutar el silencio. Eso significa que a cada uno nos gusta la presencia del otro. Entonces no es necesario llenar ese silencio con ruido para sentirnos cómodos. No es necesario hablar de cualquier cosa sólo para pasar el rato. Basta con estar juntos. Nuestra presencia es ya un regalo suficiente.

Creo que lo mismo aplica para la relación que tenemos con nosotros mismos. La calidad de esa relación se ve reflejada en qué tan cómodos nos sentimos cuando estamos solos y en silencio. Entre más rica y profunda sea esa relación, menos tendremos necesidad de llenar nuestra soledad con distracciones o con la charla de nuestra mente. Entonces simplente podemos estar ahí, con nosotros. Nuestra presencia es ya un regalo suficiente.

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