Qué poderoso es ese pasaje de la Biblia en el que Jesús dice: «Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra».
Si observas con cuidado, tal vez te des cuenta de que todo el tiempo seguimos «tirando piedras.»
Cada vez que condenamos a alguien en nuestra mente por algo que hizo, le estamos tirando piedras.
Cada vez que juzgamos a alguien, lo convertimos en nuestro enemigo y justificamos nuestra ira contra él o ella.
Si ahora miras más profundo, muy probablemente verás que aquello por lo que condenamos a la otra persona también está en nosotros en alguna forma. Tal vez a veces hemos cometido la misma falta o errores que se parecen mucho a aquel que condenamos. Tal vez hemos deseado hacerlo e incluso nos hemos imaginado haciéndolo, así a veces nos hayamos reprimido. Si crees en otras vidas, puede que lo hayamos hecho en otras vidas aunque ahora no lo recordemos.
Cada vez que condenamos al otro, nos estamos condenando a nosotros mismos.
Cuando Jesús dijo «con la misma vara que midas serás medido» no se refería a una forma de venganza del universo. La verdad es que Dios nunca juzga ni condena. Somos solo nosotros los que nos juzgamos y condenamos. Y el marco mental con el cual vemos el mundo externo es el mismo marco mental con el que interpretamos nuestro interior. Por tanto, si juzgamos afuera, también nos juzgaremos a nosotros.
Comienza a perdonarte y perdonarás a los demás. Comienza a perdonar a los demás y podrás perdonarte. Aligera el látigo con el que azotas mentalmente a los demás por sus faltas y tu propia espalda se verá aliviada, pues es el mismo látigo con el que te laceras a ti mismo. Suelta el látigo por completo y liberarás a tus hermanos de la culpa y así encontrarás tu propia libertad y tu propia paz.

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