¿Quieres estar sano?

Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.

Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?

Juan 5: 5-6.

Hace un tiempo vi un documental sobre un hombre que salió de la drogadicción. Fue grabado durante más de catorce años. Al comienzo, el hombre vivía en la calle en condiciones infrahumanas. Su vida era un infierno. Sin embargo, estaba cómodo. Cuando empezó a sanar, tuvo que enfrentarse al reto de reincorporarse a la sociedad: el siguiente nivel en su proceso evolutivo. Comenzó una familia y empezó a trabajar. Relacionarse con los demás y asumir responsabilidades fue un desafío inmenso. A pesar de todos los beneficios de estar sano, por momentos quería devolverse a su estado anterior.

A primera vista, podría parecer que la pregunta de Jesús es retórica y su respuesta es obvia. Es más, si se la toma literalmente, podría pensarse que es ridícula y superfua, pues ¿quién no querría estar sano? Sin embargo, es una pregunta muy poderosa.

Muchas veces nos apegamos a nuestras enfermedades y a nuestros problemas, pues nos permiten atraer la simpatía y la lástima de los demás y evitar responsabilidades.

Cuando estamos enfermos o somos incapaces y limitados, tenemos una excusa para no pasar al siguiente nivel. La atención gira entonces en torno a la dificultad inmediata y evidente, y queda oculto aquello que tememos en el fondo, aquellas situaciones y aspectos de nosotros que se harían evidentes si sanamos.

El hombre del documental me pareció muy valiente. Su familia no funcionó muy bien. Tampoco tuvo éxito en su trabajo. Pero pasó al siguiente nivel. Se atrevió a experimentar aquello de lo que huía mediante su adicción. Se atrevió a sanar.

Vale la pena preguntarte con respecto a esa limitación o esa enfermedad que quizás tienes: ¿en realidad quieres sanar? Si te ofendes con la pregunta, es posible que estés identificado con tu enfermedad y sientas que la pregunta «la ataca», es decir, «ataca» la historia que tienes de ti mismo.

Sólo mira más profundo; examina si en algún nivel hay un lecho de comodidad que tu enfermedad te proporciona. ¿Qué retos te esperan cuando estés sano? Puede que ni siquiera seas consciente de lo que huyes, por lo que la pregunta puede llevarte a ver cosas de ti que no imaginabas tener adentro.

No es esto, por supuesto, una invitación a juzgarte por estar enfermo o tener problemas. Todos nos refugiamos en nuestras enfermedades y nuestros problemas. Es parte de nuestra inconsciencia. No sirve de nada flagelarnos por ello. Se trata simplemente de ser cada vez más conscientes de nosotros y de las estrategias que empleamos para evitar crecer y mantenernos cómodos.

Sólo pregúntate, con toda honestidad, si quieres sanar. Tal vez descubras cosas de ti que no imaginabas. Tal vez tu voluntad es más poderosa de lo que crees.

Tal vez la pregunta de Jesús era genuina. Tal vez la salud del hombre dependía de su respuesta. Tal vez Jesús sólo le estaba mostrando el poder que él ya tenía adentro suyo.

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