Decirnos esto a nosotros mismos requiere madurez. Decírselo a otras personas requiere de gran vulnerabilidad y, por tanto, de gran valentía. En muchas ocasiones es el primer paso para sanar algo en nuestro interior.
Si alguien me dice que soy una araña, así sea mi mejor amigo, mi pareja o alguien a quien respeto mucho, pensaré que está bromeando o que se ha vuelto loco. Pero no me dolerá como crítica. No me hará sentir inseguro. No tengo dudas de que no soy una araña.
Si alguien me dice algo y me siento atacado o inseguro, si me duele, es porque está tocando una parte de mi ego. Es, entonces, un regalo. Me muestra un aspecto de mí que puedo sanar.
No importa si la crítica es verdad. Si me duele, hay algo que puedo sanar. Tal vez es una inseguridad. Una parte de mí que teme no ser lo suficientemente bueno. Una necesidad de aprobación. Una falta de amor propio.
Si te duele, no te quedes solo con el dolor. Abre el regalo. Pero para esto, claro está, lo primero es ser capaces de decir «eso me dolió».

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