Claves sencillas para crear lo que queremos: comentarios sobre la ley de la atracción

Cuando era pequeño me encantaban los videojuegos. Eran mi pasión y mi obsesión. Nada en esa época me producía más placer. Sin embargo, mis padres creían que los videojuegos no eran buenos para mí y, aunque no me los prohibieron, nunca me compraron uno. Pero eso no mermó mi fascinación. Jugaba cada vez que podía en la casa de mis amigos y gastaba el poco dinero que tenía comprando revistas en las que podía ver imágenes de los juegos que tanto deseaba. Leía una y otra vez las reseñas de los últimos títulos que habían salido al mercado. Hacía listas de los juegos que quería y las miraba y reescribía una y otra vez. Esa era mi forma de disfrutar lo que no tenía, de acercarme lo más posible a aquello que deseaba. Así me sumergía en mi pasión y saboreaba esos juegos, aunque no los tenía. Por supuesto, deseaba comprar la consola de videojuegos más avanzada de ese entonces, pero se veía como algo tan lejano que realmente nunca tuve un plan para conseguirla.

Por esa misma época mi abuelo tenía un almacén de semillas e insumos agrícolas y, como yo ya tenía suficiente edad, una tía que trabajaba allí me invitó a colaborar unas vacaciones. Lo hice con gusto. El almacén era un lugar lleno de vida y la pasaba bien allí. Me gustaba interactuar con los clientes y explicarles cómo sembrar las semillas y cómo usar los abonos y cómo usar los productos que vendíamos para liberar sus plantas de las plagas que las acechaban. Pronto me volví un gran vendedor. Disfrutaba tanto lo que estaba haciendo que no me cansaba, y cada vez que entraba un nuevo cliente en la tienda era para mí motivo de regocijo.

Al final de las vacaciones, mi tía me llamó y me dijo que quería hablar conmigo. Para mi sorpresa, me entregó una gran cantidad de dinero como pago por mi trabajo. Como no lo esperaba y como me pareció excesivo el pago, traté de rechazarlo, pero ella insistió. Me amaba —y aún me ama— y esa era su forma de decírmelo y de darme las gracias. Anonadado, esa misma tarde abrí mi primera cuenta bancaria y al día siguiente fui al sector de la ciudad donde vendían videojuegos. Todos aquellos que había deseado comenzaron a aparecen por donde caminaba, y los compré todos. Recuerdo que había un juego que había deseado con especial intensidad, pero ya no estaba a la venta, pues era antiguo y lo habían descontinuado hace años; por esos días me llamó el único amigo que conocía que tenía ese juego y me preguntó si quería comprárselo, ya que necesitaba el dinero. Fue una época de gran felicidad para mí. Disfruté esos juegos como el niño pequeño que era.

Cuento esta historia porque creo que es la vez en mi vida en la que mejor he aplicado la ley de la atracción, y ahora, luego de muchos años, esos recuerdos se han convertido en enseñanzas que quiero compartir. Si estás leyendo este artículo es probable que hayas oído hablar de la ley de la atracción. Hay muchos libros y videos al respecto. La idea es que si quieres crear algo, enfoques tus pensamientos, tus emociones y tu vibración en eso y lo visualices,  y de esa manera lo atraerás. Es una idea simple y poderosa, pero puede no ser tan fácil de aplicar. Mucha gente —incluido yo— ha tratado de ponerla en práctica y luego la ha descartado porque no funciona. “He hecho afirmaciones diciéndome que soy próspero y que tengo lo que quiero, pero no ha funcionado para mí. Aquí estoy, todavía sin crear lo que deseo”. A continuación, presento algunas enseñanzas sobre la ley de la atracción que he extraído de mi experiencia infantil:

La emoción es más importante que el pensamiento

Sin duda, lo que puso en marcha al universo fue mi pasión, que era desaforada. Fue el placer que sentía, la felicidad que sentía al mirar las fotos en las revistas y al imaginarme jugando. Fue la intensidad de ese placer lo que me ayudó a volver realidad mis deseos infantiles. Muchas veces la ley de la atracción se enfoca en el pensamiento, en repetir afirmaciones. Y esto puede ayudar, pero tan sólo en la medida en que esos pensamientos realmente nos lleven a sentir, a experimentar el placer de tener ya aquello que deseamos. El universo responde a nuestra vibración, no a las palabras que repetimos en nuestra mente. Lo importante es cuál es nuestra experiencia. El pensamiento no significa nada si no eleva nuestra vibración. Por esto es por lo que la visualización es tan importante. Pero, además, para que la visualización sea pura, debemos disfrutarla realmente, no usarla ccomo un simple medio, y esto se relaciona con la siguiente enseñanza:

 La inocencia es importante

Lo que más me ayudó a crear lo que quería fue que di lo mejor de mí sin esperar nada a cambio, sin una intención oculta o una exigencia secreta para con el universo. En mi inocencia infantil, nunca creí que me fueran a pagar por trabajar esas vacaciones. Simplemente lo disfruté. Es más, algunos años después volví a trabajar al almacén de mi abuelo, esta vez con la intención de hacer dinero, pues ya sabía que me pagaban bien. Esa vez no lo disfruté. Simplemente dejaba pasar las horas esperando que terminara cada día, esperando que llegara el día de la paga. Ya no disfruté atender a los clientes; los veía sólo como un obstáculo, algo que debía atravesar para obtener lo que quería. La sorpresa esa vez fue que no me pagaron: mi tía me dijo que estaban teniendo dificultades económicas y que lamentaba no poder darme dinero por mi ayuda.

Por otra parte, ahora me doy cuenta ahora de que, al hacer listas y dibujos y al imaginarme disfrutando de los juegos, hice lo que ahora llamo visualizar, pero  en ese entonces no lo sabía, y por tanto mi intención no era lograr algo con eso, sino simplemente disfrutarlo, y esa es una clave importante. Mi energía estaba enfocada en disfrutar mi pasión tanto como me lo permitían mis medios: ver revistas y hacer listas y dibujos era para mí, ante todo, una forma de realmente gozar aquello que deseaba. No era un trabajo que hacía para obtener algo, era algo que hacía porque me encantaba hacerlo. Se puede ver la similitud entre esto y lo que pasó en mi trabajo en el almacén: cuando la energía está enfocada en gozar, crea; cuando está enfocada en obtener, se estanca.

No hay por qué entender el camino

Otra cosa que me maravilla sobre cómo creé lo que quería es que nunca vi venir el resultado. Simplemente tuve un deseo, pero nunca me imaginé por qué canal o por cuál camino iba a llegar. Ahora veo que eso le dejó todas las puertas abiertas al universo. Muchas veces, al tratar de aplicar la ley de la atracción, terminamos dándole órdenes al universo sobre cómo queremos que sucedan las cosas. Es como si hubiera muchas puertas, pero decidiéramos que sólo por una de ellas debe llegar lo que queremos; entonces nos sentamos frente a esa puerta a esperar, y no vemos lo que está llegando por las otras, es más, ni siquiera nos damos cuenta de que existen.

Si hubiera estado haciendo planes para obtener lo que quería, es posible que esas vacaciones no hubiera ido al almacén de mi abuelo. ¿Trabajar gratis cuando necesito obtener el dinero para comprar lo que quiero? No, gracias. Seguramente esa habría sido mi respuesta. Pues al comienzo del camino, no veía cómo de ese trabajo podría surgir lo que deseaba. Pero como no estaba pendiente de obtenerlo, flui con el camino que la vida me puso en frente, y ese resultó llevarme, sin que yo lo esperara, hacia aquello que deseaba.

Ahora veo que eso se relaciona con una de las claves de la ley de la atracción: no debemos restringir nuestros deseos por las puertas que vemos en frente, por los caminos que somos capaces de imaginar que nos llevarán a lo que queremos. Lo que importa es la intensidad del deseo. Si este es puro e intenso, el camino seguramente aparecerá sin que nos demos cuenta.

Por: David González

 

Dos claves para la abundancia

La abundancia no es algo que adquirimos, es algo con lo que nos sintonizamos

Wayne Dyer

Antes de las claves, unas palabras sobre qué es la abundancia. Lo más importante es tener en cuenta que la abundancia es una experiencia interna, y es independiente de cuántas cosas tengamos. Cuando estamos conectados con nuestro corazón y tenemos consciencia de que no nos hace falta nada, somos abundantes. Y esto puede suceder mientras estamos en una oficina lujosa en un rascacielos, o mientras compartimos una comida humilde con nuestros seres queridos. Las condiciones externas no pueden, por sí solas, hacer que alguien sea abundante. Un niño pequeño podría sentirse aburrido en una gran biblioteca, y un gran académico podría sentirse frustrado en una arenera rodeado de baldes y palas de juguete. Pero un niño en una arenera podría experimentar el éxtasis de estar rodeado por cosas maravillosas en ese momento, y eso es abundancia. Así mismo, un amante de los libros puede sentirse extasiado mientras camina entre los anaqueles de una gran librería.

La abundancia se trata, entonces, de cómo nos sentimos, no de cuánto tenemos. Esta es una noticia maravillosa, porque implica que no tenemos que esperar a que pase algo en el futuro para conectarnos con la abundancia: podemos elegirla ahora. Así, el orden se invierte. Usualmente creemos que primero debemos tener cosas, para poder hacer cosas, y eso nos permitirá ser felices. Pero es al revés: si somos felices, haremos cosas desde ese lugar de felicidad, y lo que hacemos con esa energía muchas veces nos traerá cosas maravillosas. Pero el resultado no es ya importante, pues la felicidad está desde el comienzo. Las cosas que podemos obtener serían, en ese caso, solo un regalo extra.

Claro, sintonizarnos  con la abundancia de esa manera puede ser difícil al comienzo, pues nos hemos convencido de que esta solo es posible después de adquirir cosas. Pero se puede, es solo cuestión de práctica. Puedes elegir ser amoroso antes de tener una relación. Puedes elegir ser feliz antes de tener un juguete. Ahora sí pasemos a las dos claves que te ayudarán a conectarte con la abundancia.

La gratitud

Estar agradecidos es regocijarnos por lo que la vida nos ha dado. Surge cuando reconocemos lo que tenemos y lo disfrutamos. La gratitud es una energía muy  poderosa, pues cuando estamos en ella, nos enfocamos en lo que queremos, en lo que apreciamos, en lo que es valioso para nosotros, y aquello en lo que nos enfocamos crece. Estar agradecidos es entonces reconocer que ya tenemos, y ese estado nos lleva inmediatamente a ser abundantes. Ahora bien, para estar agradecidos, es necesario primero estar presentes, tener los ojos abiertos a las maravillas que nos rodean, ver con ojos nuevos a la gente a nuestro alrededor. Si no estamos presentes, no podremos ver lo que la vida nos ha regalado, aunque lo tengamos en frente de nosotros.

Uno de los amigos más abundantes que conozco, al menos en el aspecto económico, me contó que su buena relación con el dinero comenzó cuando se dio cuenta de que tenía más que suficiente. Todo empezó con un cambio de consciencia. Esto naturalmente lo llevó a estar agradecido y a desarrollar la segunda actitud que es clave para la abundancia:

La generosidad

Esta segunda herramienta tiene algo en común con la primera: nos ayuda a reconocer que ya tenemos. Esto es así porque cuando damos tomamos consciencia de que tenemos más que suficiente, y de que es por eso que podemos dar. Es por esta razón que muchos maestros nos recomiendan que les demos a los demás aquello que creemos que nos hace falta. ¿Sientes que no tienes amor? Sal a dar amor, llena el mundo de actos amorosos, y te darás cuenta de que en ti ya tienes el amor. ¿Te hace falta dinero? Comparte lo que tienes y agradece por ello.

Como se puede ver, esto no se limita a las cosas materiales. Todo lo que damos crece en nosotros. Así, por ejemplo, no hay mejor manera de aprender algo que enseñándolo. Al enseñar un conocimiento, al brindarlo a los  demás, nos damos cuenta de que ya lo tenemos en nosotros y lo reafirmamos. Lo digo por experiencia, pues he sido profesor universitario por varios años: Una de las mejores cosas de ser enseñar es que uno aprende mucho. Sobre esto Un Curso de Milagros dice algo muy interesante, y es que siempre estamos enseñado, pues cada acto es un resultado de todo lo que creemos y da fe de ello. Si crees que tienes más que suficiente, serás generoso, y enseñarás que la vida es abundante, lo que a su vez te llevará a conectarte más profundamente con tu abundancia. Si crees que tienes que proteger lo poco que posees, enseñarás que vives en un mundo de escasez y de peligros, y reforzarás esas creencias en ti.

Otra cosa maravillosa que dice  Un Curso de Milagros  es que dar es igual que recibir. Muchos piensan que, si dan, en el futuro recibirán. Esta idea puede ser útil y motivarnos a ser más generosos, pero no es del todo cierta. Si miramos más profundo, veremos que dar y recibir son lo mismo. Esto es así por dos cosas. La primera es que al dar siempre estamos decidiendo quiénes somos, y esto nos lleva de manera inmediata a tener una experiencia interna valiosa por sí misma: la abundancia, la paz, la satisfacción. Así, no hay lapso entre dar y recibir. La segunda razón tiene que ver con el hecho de que no estamos separados. Si reconocemos nuestra interconexión, si dejamos de ver al otro como separado de nosotros, entonces seremos conscientes de que siempre es a nosotros mismos a quien nos damos.

La invitación es, entonces, a tomar consciencia de lo mucho que tenemos, de todas las maravillas y los regalos que la vida ha puesto frente a nosotros. La invitación es a abrir los ojos y apreciar. Así surgirá naturalmente el agradecimiento, y estar agradecidos es igual que ser abundantes. Entonces no tendremos más remedio que compartir y ser generosos, pues sabremos que tenemos más que suficiente, y no hay mejor forma para disfrutar algo que compartirlo. Es como cuando nos gusta una canción o una película: queremos que los demás también la disfruten, y nuestro gozo se multiplica a medida que los demás también gozan.

Por: David González