¿Por qué le tenemos miedo al rechazo?

Durante cientos de miles de años, los humanos vivimos como nómadas, en grupos de entre 50 y 150 personas. En ese entonces, ser parte del grupo era necesario para nuestra supervivencia. Debido a los peligros y a las dificultades para conseguir alimento, ser aislados era casi una condena de muerte.

En consecuencia, la evolución nos llevó a percibir la desaprobación y el rechazo como un peligro. Ese miedo nos impulsa a hacer lo necesario para que otros en el grupo nos acepten y a evitar cualquier comportamiento que implique ser rechazados.

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Desde el punto de vista evolutivo, el miedo al rechazo fue muy útil para nuestra supervivencia, al igual que muchos otros miedos. Pero, también como en el caso de muchos otros miedos, el miedo al rechazo ya no es necesario. Es profundo y está arraigado en nuestros genes, pero ya no lo necesitamos, al menos no por las mismas razones. No vamos a ser devorados por animales salvajes si nos desaprueban o rechazan en el grupo al que pertenecemos.

Estos miedos que provienen de nuestros genes son muy profundos y, en últimas, son una expresión del miedo a la muerte, ya que, como dije, inicialmente surgieron para garantizar nuestra supervivencia.

Pero, si en los comienzos de nuestra especie el propósito del miedo al rechazo era garantizar nuestra supervivencia, ¿qué función tiene ahora?, ¿para qué puede servirnos? Mi respuesta es que ahora ese miedo, al igual que muchos miedos antiguos, nos puede ayudar en nuestro camino espiritual, si así lo decidimos.

Esos miedos profundamente arraigados nos pueden servir como recordatorios de que no hemos encontrado nuestra esencia, en la cual el miedo a la muerte desaparece, pues reconocemos aquello en nosotros que es eterno.

De esa manera, el miedo al rechazo nos ofrece una oportunidad para mirar indirectamente nuestro miedo a morir e ir más allá de él. Cuando encontramos el Amor dentro de nosotros, encontramos también una seguridad que no puede ser amenazada. En esa seguridad, tenemos la capacidad de estar solos si es necesario, y podemos permitirles a los demás que se alejen de nosotros o nos desaprueben, pues sabemos que nuestro bienestar no depende de eso. Pero para llegar a ese estado debemos ir muy profundo dentro de nosotros, tan profundo que podamos pasar más allá de nuestros instintos de supervivencia.

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Cuando sientas miedo al rechazo, no te juzgues, recuerda que es normal: estamos programados biológicamente para sentirlo. Pero recuerda, además, que ese miedo es una ilusión. Ya no lo necesitas, puedes dejarlo ir. Y el camino es hacia adentro, donde yace una plenitud frente a la cual el miedo a la muerte, que es la raíz de todos los miedos, desaparece.

Con amor,

David González

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