A largo plazo, la respuesta del ego siempre será: «No, no es suficiente. Necesito más». Esa es la naturaleza del ego.
La razón por la que nunca será suficiente es porque, en realidad, el ego no quiere que sea suficiente. Su existencia depende de esa insuficiencia, de esa carencia.
Al ego le encanta embarcarse en luchas terribles, siempre y cuando sepa que no puede ganar. Esto es así porque su existencia depende de la lucha, de tener algo contra lo cual luchar o algo por lo que luchar.
Un Curso de Milagros dice que la consigna del ego es: «Busca, pero no halles». El ego no quiere que halles, quiere que busques, pues la búsqueda es la que garantiza su existencia.
Así pues, para el ego nunca nada es suficiente.
Todos te pueden amar, te pueden alabar, pero el ego seguirá encontrando pruebas de que no hay suficiente amor. Tu pareja te puede bajar la Luna, pero el ego encontrará en el más leve gesto que haga un motivo de sospecha. Te pueden decir que está muy bien tu trabajo, pero el ego encontrará razones para pensar que no son sinceros. De pronto te lo dicen por lástima o por miedo a herirte.
Siempre habrá una forma de interpretar la realidad según la cual todavía no has recibido exactamente aquello que buscabas. El ego es experto en interpretar la realidad así. Y la búsqueda continúa.
El corazón, en cambio, te invita a darte cuenta de que no hay necesidad de buscar, pues ya lo tienes todo. Te invita a andar por el mundo, no buscando suplir tus carencias, sino compartiendo tu abundancia. Te invita a crear, no para obtener aquello que te falta, sino por el gozo puro de compartir.
Puedes elegir qué voz escuchar. Siempre puedes elegir. Aunque por momentos la voz del ego sea ensordecedora y parezca ser la única que existe, si prestas atención, debajo del ruido escucharás un silencio profundo. En ese silencio está la voz del corazón.

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