El miedo a ser un fraude

«Si oyes una voz que te dice que no puedes pintar, pinta de todos modos, y esa voz se silenciará«

Vincent Van Gogh

A veces me cuesta mucho aplicar lo que predico.

Hablo de perdón, pero me encuentro lleno de resentimientos.

Hablo de paz, pero me hallo lleno de miedo.

Hablo de confiar, pero siento la necesidad de controlar porque creo estar amenazado.

En momentos así, a veces pienso que soy un fraude y que no debería compartir ideas espirituales, ya que aún no son mi realidad permanente.

Luego recuerdo que soy un ser humano y me relajo.

Recuerdo que al primero que debo perdonar es a mí, y que debo perdonarme por no ser capaz de perdonar.

Recuerdo que es normal y está bien tener miedo; es parte natural de la experiencia humana. Recuerdo que vine aquí precisamente a sanar y trascender el miedo. Y aceptarlo y permitirme experimentarlo es el primer paso para sanarlo, pues el miedo sana mediante el amor, mientras que se fortalece con el rechazo.

Recuerdo que es normal que el miedo me lleve a controlar. Recuerdo que buscar predecir y anticipar para protegerme de los peligros que imagino es parte de mi nivel de consciencia. Y entoces confío en que, aunque ahora no pueda ver con claridad, estoy sanando; confío en que al observar con amor esos patrones de pensamiento y perdonarme por ellos doy el primer paso para dejarlos ir.

Entonces dejo de ser tan exigente y violento conmigo, y me permito compartir lo que nace de mi corazón, así aún no sea yo un ejemplo perfecto de mis palabras.

Entonces pierde fuerza la voz de mi ego, que es la que me invita a dejar de compartir y a callarme. Pues recuerdo que esa voz sólo trata de protegerme, y cree que hacerme esconder y apagar mi luz es la forma más segura de evitar retos, peligros y dolores.

Recuerdo entonces que no es necesario ser perfecto para compartir lo mejor de mí. Si ser perfecto fuera un requisito para compartir, nadie nunca compartiría nada.

Y entonces me animo a regalarte estas palabras desde mi imperfección, desde mis dudas, desde mis miedos. Decido darte lo mejor que puedo ahora aunque la voz de mi ego me diga que no soy nadie para aconsejar a los demás y que no tengo algo realmente valioso para dar.

Te comparto mi vulnerabilidad. Y te animo a que te animes a dar lo mejor de ti, así a veces temas que no eres lo suficientemente buena.

Te animo a que te perdones, así a veces no seas capaz de perdonar.

Te animo a que te relajes, aunque a veces sientas que te has alejado del camino de la paz.

Te invito a que confíes en que estás creciendo, así a veces parezca que estás yendo de para atrás.

Te invito y me invito a que nos amemos a nosotros mismos exactamente como somos en este momento, así la voz del ego nos diga que, tal como somos ahora, no somos dignos del amor.

Así es como he ido sanando el miedo a ser un fraude: compartiendo y dando a pesar del miedo.

Si alguna vez viene esa vocecita que te dice que no eres lo suficientemente buena para dar, da de todas formas, y esa voz se silenciará.

Van Gogh dudó hasta su muerte de que su arte era valioso. Hoy todos podemos deleitarnos con sus maravillosas pinturas gracias a que, a pesar de esa vocecita, decidió seguir pintando. Ignora a tu ego y sigue dando lo mejor de ti. Tal vez eso que das en el futuro sea un regalo muy grande para alguien, un regalo más grande de lo que ahora puedes imaginar.

Con todo mi cariño y bendiciones,

David González

Creador de Caminos de Conciencia

Noche estrellada, por Vincent Van Gogh

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¿Seguirías haciendo eso si supieras que el mundo acabará mañana?

A Martin Luther King se le atribuye esta frase: «Incluso si supiera que el mundo se caerá a pedazos mañana, incluso así, yo plantaría hoy un árbol».

A primera vista, parece difícil entender la lógica de esta afirmación. ¿De qué podría servir plantar un árbol si no tendrá dónde crecer?

La verdad, no sé qué tenía en mente Martin Luther King cuando dijo esa frase. Pero sí sé por qué la diría yo.

Hay algo muy hermoso cuando las acciones se vuelven valiosas por sí mismas y no por sus resultados. Cuando actuamos desde ese lugar, estamos conectados con el corazón de la vida. Si en verdad amo el acto de sembrar profundamente, sembraré, aun si ese acto no tuviera las consecuencias que normalmente se esperan del sembrar (obtener un árbol en el futuro).

Creo que todos aquellos que aman profundamente lo que hacen lo seguirían haciendo así supieran que el mundo acabará mañana… es más, en ese caso, seguramente lo harían incluso con más pasión e intensidad, al saber que es la última oportunidad que tienen de hacerlo.

Cuando alguien ama lo que hace, no lo hace para obtener algo, simplemente lo hace porque ama hacerlo. Si se dan frutos, serán bienvenidos, pero esto es secundario. Para quien realmente ama lo que hace, el resultado de sus acciones siempre será secundario. La acción en sí misma será lo que tiene el valor primordial.

No tengo dudas de que Johann Sebastian Bach, mi compositor favorito, amaba componer, amaba tocar el teclado, y lo haría todos los días así supiera que nadie jamás escucharía su música. Y, tal vez, precisamente por eso es que su música ha permanecido y permanecerá a través de los siglos. Van Gogh amaba pintar, y lo hacía todos los días, aunque creyera que después de su muerte sus cuadros serían olvidados. Qué inspiración. Qué belleza actuar desde ese lugar. Yo, por ejemplo, amo escribir este blog. Disfruto cada vez que mis dedos tocan las teclas del computador y van saliendo las palabras. Y, al menos hoy, sé que lo haría así supiera que nadie más que yo va a leer estas palabras.

¿Qué quisieras seguir haciendo hoy si supieras que el mundo acabará mañana?

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