Desacelera, detente, comienza a moverte, acelera

La ley de la inercia establece que todo cuerpo permanecerá en estado de reposo o de movimiente rectilíneo (es decir, en la misma dirección) a menos que una fuerza externa actúe sobre él.

Esa ley, creo, también se aplica a nosotros, a nuestros procesos, a nuestras vidas.

Muchas veces, lo más difícil es comenzar algo. Comenzar a hacer ejercicio. Comenzar a escribir. Comenzar a estudiar. Comenzar a meditar. Es difícil porque hay inercia en nuestro reposo y, por tanto, se requiere de esfuerzo para cambiar ese estado por uno dinámico.

Otras veces lo difícil es parar. Parar de pensar. Parar de jugar. Parar de manipular. Parar de fantasear. Parar de consumir. Parar de trabajar. Parar de mirar cuántos likes tengo en mis redes sociales. Hay una inercia, un pilóto automático que se establece una vez nos habituamos a cierta actividad. Es necesario hacer un esfuerzo para detener o desacelerar el movimiento.

El equilibrio en nuestras vidas requiere que estemos rompiendo continuamente la inercia. Requiere que vayamos del reposo al movimiento y del movimiento al reposo. Este cambio suele ser incómodo, como suelen serlo la mayoría de los cambios. Pero es necesario para evolucionar. De lo contrario, nos estancamos en nuestro reposo o nos desgastamos y consumimos en nuestra acción.

Observa con cuidado. ¿Qué es lo que pide este momento, que comiences a moverte o que te detengas? Tal vez pide ambas cosas, pero en áreas diferentes de tu vida. Comienza aquello. Deja de hacer aquello otro.

Rompe la inercia. Desacelera. Detente. Permanece en la quietud. Comienza a moverte. Acelera. Desacelera, detente…

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