En las recomendaciones de seguridad de los aviones, siempre nos dice que, en caso de emergencia, debemos tomar oxígeno primero nosotros de las mascarillas antes de auxiliar a los demás. Y esto sin exepciones. Si vas con un niño pequeño al lado y de verdad estás interesado en su bienestar, primero tomarás oxígeno antes de ayudarlo.
La lógica de esto es que, si tratas de ayudar a un niño pequeño antes de ayudarte a ti mismo, probablemente te quedarás sin oxígeno y desfallecerás, y entonces el niño tendrá que defenderse solo, y probablemente no podrá, y menos aún podrá ayudarte a ti cuando lo requieras.
En épocas de emergencia, a veces ponemos por delante las necesidades de los demás y nos olvidamos de estar bien nosotros. Y esto, en realidad, nos lleva a no poder ayudar a los demás. Pues sólo podemos ayudarlos si estamos bien, si tenemos para dar, si tenemos ganas. Si estamos deprimidos o enfermos, va a ser muy difícil contribuir a mejorar la situación del mundo. Y esto es especialmente cierto en tiempos difíciles y retadores como estos.
A veces, por tratar de ayudar a los otros antes de ayudarnos a nosotros mismos, terminamos incapacitándonos para ayudarlos.
Si ahora te centras en estar feliz, en estar bien, en sanar, en cuidarte, no es eso egoísmo ni desinterés por los demás. El mundo te necesita feliz, sano y lleno de energía. Cuando estés bien, naturalmente ayudarás a los demás. No tendrás que esforzarte para decidir ayudar. Las ganas de ayudar brotarán de tu corazón de forma tan natural como el agua que reboza de una copa en la que se sigue vertiendo líquido cuando ya está llena.
Suscríbete a mi blog y recibe en tu correo cada una de mis reflexiones.
