Cuando yo era pequeño era muy indeciso. En cambio, ahora ya no estoy seguro.
Ese chiste me gusta. Es saludable reírse de uno mismo. Pero es verdad. La indecisión es uno de los temas que estoy trabajando ahora.
Hace poco comencé una terapia dirigida específicamente trabajar mi indecisión. Parte de la terapia ha sido llevar un diario en el que escribo los pensamientos de duda e indecisión que rondan por mi cabeza. Ha sido muy iluminador. Solo escribir y plasmar las ideas en el papel ya te ayuda a tomar distancia del ruido de la mente y te permite observarlo.
Cada vez que tengo ruido en mi cabeza, saco mi cuaderno y me pongo a escribir. Es muy liberador. Lo recomiendo.
Parte de las cosas que vi es que muchos miedos y preocupaciones que a primera vista parecían independientes tienen una causa común. Y son miedos viejos. Han estado allí haciendo ruido desde que tengo memoria. Cuando aparecen en el presente, parecería que son causados por la situación actual. Pero la verdad es que, al leerlos con toda calma y ver sus detalles, vi que la situación actual simplemente los detona. Ellos estás enraizados en la estructura básica de mi ego.
Y solo poder observar esos miedos y ver cómo son más profundos de lo que imaginaba me ha permitido comenzar a sanarlos. Pues para resolver un problema, debemos mirar hacia donde está realmente el problema. Y cuando los miedos y los patrones inconscientes se camuflan en los síntomas, nos quedamos mirando el síntoma y somos inconscientes de su causa.
He aprendido, por ejemplo, que el miedo más profundo que yace bajo la indecisión es el miedo a la culpa. Este miedo se fundamenta en la creencia de que, en el fondo, soy malo. Debido a esta creencia, temo tomar decisiones que vengan de lo profundo de mi ser. Pues, si las decisiones vienen de lo profundo de mi ser, estarán impregnadas de mi maldad, y debido a esto seguramente tendrán malas consecuencias para mí y para quienes me rodean. En consecuencia, es mejor que los demás decidan por mí. Así, al menos, si el resultado trae sufrimiento, no será mi culpa. No seré yo el responsable del sufrimiento de los demás.
Ver estos patrones dementes de pensamiento que, por supuesto, no tienen nada que ver con la realidad, me ha ayudado a que el miedo a tomar deciciones se disuelva, pues es un miedo basado en la locura.
Sé que no hay garantías. Que mis decisiones pueden ser errores. Que no tengo el control. Pero también sé queblo que sea que decida, si lo decido con honestidad, me traerá lo que más me sirve para mi evolución. Que sea doloroso o no es secundario. Lo que surge de mí surge del amor y la luz. Por tanto, no tendo por qué temer sus consecuencias.
Ver las causas de mi miedo, al menos en este caso, me ha ayudado a comenzar a amarlo, disolverlo y atravezarlo.
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