Has dado muchos más regalos de los que crees esta Navidad. Y a muchas más personas de las que imaginas.
No necesitas saber a quién llegarán tus regalos. Llegarán más lejos de lo que el intelecto calcula.
Cada sonrisa genuina, cada momento de silencio, cada chispa que despierta en tu corazón son un regalo que me haces a mí y a todos tus hermanos.
Cada uno de tus momentos de felicidad, cada vez que eliges el amor, cada vez que amorosamente pasas por alto la voz de tu ego y entregas lo mejor de ti, cada vez que hablas con tu corazón; todos esos son parte de tus regalos. Eres increíblemente abundante en lo que tienes para dar, sin importar las historias que te cuente tu cabeza.
Tal vez no lo creas, pero puede que dentro de miles de millones de años, en una galaxia lejana, una de tus semillas de amor florezca en un ser iluminado, en un acto de compasión inesperado, en una brisa de calma en un corazón que lo necesita. Y eso está pasando justo ahora, pues el tiempo y el espacio son solo ilusiones.
Gracias por los regalos que nos has dado. Todos los necesitamos. Todos los disfrutamos. Todos somos bendecidos por ellos. Incluido tú.
Suscríbete a mi blog y recibe en tu correo una reflexión para cada día.