Hace poco alguien me hizo esa pregunta en Twitter. Dado que el país en el que más personas siguen mis redes es Venezuela, me pareció bueno dar una respuesta larga. Producto de esto es este video.
Sin embargo, una persona me contactó y me dijo que en Venezuela su conexión a internet no era lo suficientemente buena como para ver el video y me pidió el favor de que lo pusiera por escrito. Aquí expongo lo que dije en el video, y profundizo en algunos puntos que allí solo toqué por encima:
I. Nada es malo. Maduro no es malo. Odiar a maduro tampoco es malo.
Nada es malo en sentido absoluto. Ni siquiera las peores cosas que podamos imaginar. Eso quiere decir que nada es malo a los ojos de Dios o a los ojos de la consciencia universal. Dios no juzga nunca ni nunca condena nada. No juzga a los asesinos, ni a los torturadores, ni a los dictadores. No juzga a Maduro. Y tampoco juzga a aquellos que odian a maduro.
Esto es así porque nada puede afectar ni ofender a Dios. Nada puede afectar la realidad. Un Curso de Milagros resume esto de manera preciosa al decir:
Nada irreal existe. Nada real puede ser amenazado. En eso reside la paz de Dios.
Solo en ilusiones podemos hacer daño. Podemos soñar que nos matamos. Podemos soñar que destruimos el mundo. Pero son solo sueños. Este mundo es una ilusión. Los cuerpos y la idea de que estamos separados es una ilusión. Y solo lo que es ilusorio puede ser dañado. Lo que es real, lo que somos en realidad, no puede ser amenazado. Por eso, nadie nunca puede hacer en realidad algo malo. Sólo puede hacer cosas malas en ilusiones.
II. Lo bueno y lo malo en sentido relativo
Sin embargo, es claro que, desde nuestro punto de vista, y de acuerdo con nuestros objetivos, sí hay cosas buenas y malas. Si deseas ir al norte y comienzas a caminar hacia el sur, podemos decir que estás caminando mal y que vas en la dirección equivocada. Pero quien camina sólo está haciendo algo malo en sentido relativo: en relación con su objetivo.
Así mismo, si quieres tener un cuerpo sano, pero comes todos los días cinco hamburguesas de MacDonald’s y te tomas dos litros de Coca-Cola, podemos decir que estás comiendo mal, muy mal. Fumar también es malo, suponiendo que deseas estar sano.
Así mismo, odiar es malo en sentido relativo. Es malo para nuestra salud. Es malo para nuestras relaciones. Es malo si deseamos vivir en armonía. Es un sentimiento intenso que se produce cuando nos sentimos amenazados por algo. Odiamos algo cuando lo consideramos como la causa de nuestro malestar. Nos sentimos atacados por eso y, en consecuencia, surge en nosotros un deseo de destruirlo.
Si deseas estar en paz y experimentar dicha, el odio es malo. Al igual que tomar veneno es malo. Pero en sentido absoluto no es malo. Dios no te juzga por eso ni juzga a nadie. Y, por tanto, tampoco tienes por qué juzgarte por eso. A veces, en el intento de ser espirituales, nos juzgamos por experimentar emociones como el odio.
Es bueno que desees estar sano, pero para sanar no es necesario juzgarte por estar enfermo; por el contrario, juzgarte hará más lento el proceso de sanación. Cuando odiamos, en efecto, estamos enfermos. Y es una enfermedad compartida por casi todos los seres humanos. Estamos sanando de a poco. Y merecemos amor en nuestro proceso de sanación, no ser juzgados.
Así que eso sería lo primero: no te juzgues por odiar. Eso no te hace malo a los ojos del Universo.
III. Abraza tus emociones
Una vez dejes de juzgar tus emociones, permítete sentirlas plenamente. Ve hasta lo profundo del odio. Puede que encuentres allí debajo otras emociones: tristeza, miedo. Siéntelas. Reconócelas. Quédate con ellas. Son tus maestras. Te muestran lo que debes sanar.
Permite también que las emociones se muevan. Si estás triste, permítete llorar. Si sólo tienes deseos de destruir, si la ira es muy fuerte, es bueno sacar la emoción a través del trabajo del cuerpo. Haz ejercicio fuerte, golpea una bolsa de boxeo, grita en una almohada o golpéala. Hazlo con la intensión de soltar la carga.
Después de mover las emociones, quedará en ti un espacio vacío, el espacio que antes ocupaba la emoción. Llena ese espacio de amor. Reclámalo. Habita en él. Reconoce que ese espacio es el amor mismo que espera a que lo reconozcas.
IV. Asume responsabilidad por lo que sientes
Cuando algo externo te hace sentir odio, simplemente está detonando una herida que ya está en ti. Te está mostrando un aspecto en el que puedes sanar. Es una oportunidad. Creer que la causa de tu malestar está fuera de ti es no asumir responsabilidad. La herida está adentro tuyo, y mientras no asumas responsabilidad por ella, no podrás sanarla.
Esto implica que la solución no es eliminar a la causa externa del odio. Eso puede arreglar las cosas afuera por un momento. Pero mientras tu herida siga adentro, no pasará mucho tiempo antes de que encuentres otra situación que detone ese odio.
Entonces mira lo que pasa como una oportunidad para sacar a la luz aquellas partes en las que aún no has sanado y abrázalas como oportunidades sagradas. Es como dice el Dalai Lama: En la práctica de la paciencia y el perdón, tu mayor enemigo es tu mejor maestro.
V. Toma acción consciente
Lo anterior no implica que no hagas nada para cambiar la situación externa. Claro que puedes tomar acción. Pero asegúrate de que sea una acción consciente. Responsabilízate primero por lo que sientes. Después actúa.
Para cambiar una realidad no tienes que odiarla. Si vas caminando por un bosque y te encuentras con un perro enloquecido, debes tomar acción para evitar ser herido por el perro. En un caso extremo, incluso puede que tengas que pelear con el perro. Pero eso no implica que tengas que odiarlo. No hay nada que odiar. Simplemente está loco. Igual que cualquier ser humano que comente actos inconscientes. Está enfermo. Puede que debamos tomar acciones para protegernos de él. Puede que en casos extremos tengamos que encerrarlo para evitar que dañe a quienes están a su alrededor. Pero podemos hacer eso desde un lugar de amor y de conpasión. No es necesario odiar para cambiar la realidad.
No emprendas acciones cargado de ira, y menos si tras la ira hay un odio profundo. Las acciones que emprendas desde ese estado, perpetuarán en el mundo aquello que percibes como la causa de tu odio. Es decir: crearás más de aquello que odias. Y puede que te conviertas en aquello que odias.
Toma acción después de mover tus emociones, como se indicó en el punto III o, al menos, sé muy consciente de esas emociones, de manera que no te lleven a cometer actos inconscientes. Si ves que el odio persiste en ti, ve con mucho cuidado. Actuar así es tan peligroso como manejar borracho. Lo mejor es parar y esperar. Pero, si tienes que actuar así, trata de estar lo más consciente posible. No te dejes llevar en pilóto automático. Puede que cuando recobres la consciencia veas que hiciste algo de lo que te arrepientes. O puede que hayas creado un infierno a tu alrededor.
VI. Somos responsables de todo
Finalmente, date cuenta de que aquello que percibes afuera de ti realmente no se encuentra separado de ti. La separación es una ilusión. Y es una ilusión que usamos justamente para no hacernos responsables. Es fácil apuntar el dedo y decir: eso está mal. No es tan fácil decir: eso que veo afuera es una parte mía y, por tanto, también es mi responsabilidad.
La maestra espiritual Isha Judd resume esta idea con un mantra muy poderoso que hace parte de una de sus meditaciones: Om responsabilidad, yo soy eso.
Maduro, o cualquier ser que percibas afuera de ti como un ser peligroso, malvado e inconsciente, es parte de ti. En el fondo, no estás separado de él. Simplemente lo estás viendo afuera. Pero ese ser es un reflejo de tu estado de consciencia, de nuestro estado de consciencia colectivo. Y nosotros somos parte de eso.
Así pues, pregúntate: ¿qué veo afuera que aún no haya sanado en mí? ¿Percibes violencia? Toma consciencia de la violencia en ti y asume responsabilidad, sánala. ¿Ves corrupción, mentira, avaricia? Mira en qué partes de ti están esas características también. Si miramos bien, todos las veremos dentro de nosotros.
No creas que el mundo sanaría si alguien eliminara a «los malos», como en las películas de superhéroes. Pues los malos son un reflejo de lo que todos llevamos dentro. Así que, para sanar al mundo, debes sanar tú. Debo sanar yo. Hazte responsable por aquello que no te gusta fuera de ti y sánalo en ti. Conviértete en un ejemplo prístino de aquello que deseas ver afuera de ti.
VII. Ama a Maduro
La persona que me preguntó cómo no odiar a Maduro lo hizo como respuesta a esta frase del Dalai Lama que publiqué en Twitter: «El odio no disminuye con el odio. El odio disminuye con el amor». Y creo que esa frase contiene la clave para salir de la locura en la que nos encontramos.
Maduro no necesita que lo odien. Necesita que lo amen. Amor no significa condonar ni permitir que siga haciendo lo que está haciendo. Amar significa llevar luz a la oscuridad. Amar significa ver que, en realidad, cuando alguien está actuando de manera demente requiere de nuestra compasión.
Un Curso de Milagros expresa esto de manera maravillosa:
Todo lo que percibes como un ataque es en realidad una petición de amor.
Todo aquel que actúa de forma inconsciente lo hace porque cree que así conseguirá lo que desea. En lo más profundo, todos deseamos amor. Quien actúa de forma demente y daña a los demás simplemente se ha desconectado tanto de la fuente del amor que yace dentro de sí que cree que encontrará solaz y regocijo en las acciones más dementes que se pueda imaginar. Pero, en el fondo, todo lo que necesita es amor, y eso es por lo que clama de manera inconciente.
VIII. Sanemos nuestra percepción
Imagina que uno de tus seres queridos más cercanos enloquece y comienza a golpear a todos a tu alrededor. ¿Dejarías de amarlo? ¿Lo aniquilarías? Puede que haya que inmovilizarlo para evitar que te haga daño, pero puedes hacerlo con profundo amor, haciendo lo que sea mejor para él y para ti.
Maduro necesita que sanes tu percepción y aprendas a verlo como un hermano digno de amor. El mundo necesita que sanemos nuestra percepción y sanemos el odio. Yo necesito sanar mi percepción y mi odio. Quiero sanar para dejar de ver enemigos que merecen ser castigados y destruidos y empezar a ver hermanos que nececitan con urgencia de mi amor, de tu amor.
Y te invito a que sanemos juntos. Pues sé que yo también incontables veces me siento atacado por mis hermanos y creo que ellos deben ser castigados por eso que percibo. Pero sé que realmente lo que necesitan es amor. Pues eso es lo que necesito yo.
Suscríbete a mi blog y recibe en tu correo una reflexión para cada día.