En las últimas entradas he estado explorando el tema del perfeccionismo, pues es algo que he estado observando y trabajando en mí. Quiero ahora aabordar este tema en el ámbito de las relaciones personales y ver de qué manera al comprenderlo mejor podemos estar más tranquilos al relacionarnos con los demás.
¿Te ha pasado alguna vez en una relación de pareja o con un amigo o familiar que sientes que algo «anda mal» aunque como tal no haya sucedido nada concreto que te indique eso? De pronto un cambio en el tono de voz o una actitud o una respuesta diferente a la que esperabas detona la idea de que algo no está como debería en la relación.
A mí me ha pasado muchas veces, y lo que he notado es que hay una estrecha relación entre estos patrones de pensamiento y el perfeccionismo.
El perfeccionismo surge, al menos en mi caso, de un deseo de controlar. La idea detrás es que, si la realidad se ajusta a ciertos parámetros e ideas que tenemos en la mente (en otras palabras, si es perfecta), estaremos en control de lo que sucede y podremos así crear lo que queremos y evitar aquello que tememos. Cuando algo se sale de los parámetros e ideas que tenemos, sentimos ansiedad, pues perdemos el control. Ya no sabemos exactamente qué pasará o qué significa algo.
Y esto es exactamente lo que sucede muchas veces cuando sentimos que algo «anda mal» en una relación. Las cosas no son exactamente como queremos, o tal vez hay un comportamiento de la otra persona que no sabemos cómo interpretar, y eso nos hace sentir inseguros, pues ya no tenemos control sobre el futuro de la relación.
Frente a actos de la otra persona que no sabemos cómo interpretar y que nos hacen sentir que algo malo pasa en en la relación, hay dos consejos que quiero dar.
El primer consejo es la comunicación. Por supuesto, exponer nuestros sentimientos y pensamientos y preguntarle a la otra persona cómo se siente y qué significan sus acciones puede ayudarnos a salir de dudas y a reestablecer la calma. Sin embargo, este primer consejo tiene a veces un problema, sobre todo cuando alguien tiene comportamientos obsesivos. Tal vez preguntamos una vez, y la otra persona nos responde que todo está bien, pero seguimos dudando, seguimos percibiendo acciones o palabras cuyo significado no es claro para nosotros, y vuelven la ansiedad y la duda, y entonces volvemos a preguntar. Y estas preguntas, cuando se repiten y vienen desde un lugar de intranquilidad, lo más probable es que no ayudarán a la relación, sino que por el contrario puede que deterioren la situación o incluso puede que generen un problema donde no había ninguno. Es como el niño que le pregunta al papá si está de mal genio y el papá le dice que no, que todo está bien. Pero el hijo sigue preguntando una y otra vez, hasta que el papá en efecto está de mál genio, y entonces el niño dice: «Si ves, lo sabía». Así mismo, al preguntar obsesivamente buscando saber si nuestras preocupaciones son reales, muchas veces hacemos que esas preocupaciones se vuelvan reales.
Lo importante, entonces, es mirar desde qué lugar surge la comunicación. Si surge desde un lugar de querer entender a la otra persona y querer conectarnos y entenderla, vale la pena preguntar, pero si tenemos ansiedad y nececidad de controlar y entender las cosas para sentirnos a salvo, tal vez lo mejor es parar, y aquí es donde viene el segundo consejo: no trates de arreglar las cosas afuera, permítete sentir las emociones que surgen frente a la posibilidad de que la relación no sea perfecta. Permítete sentir la incomodidad de no saber qué está pasando. Haz las paces con la posibilidad de que las cosas no estén bien.
Si las cosas no están bien en una relación, es importante hablar y exponer los sentimientos. Pero luego, si sentimos que las cosas no cambian inmediatamente, es bueno mirar qué sentimos, qué miedos e inseguridades se detonan, qué es lo que tenemos miedo de perder. En algunas ocasiones, para que la relación sane también es necesario darle espacio, permitir que las cosas sean imperfectas por un tiempo, permitirle a la otra persona no ser clara sin exigirle en cada momento una explicación, dejar que las cosas fluyan. Independientemente de si la relación continúa, se termina o se transforma, es importante que podamos estar en paz, y no podremos estar en paz si constantemente tenemos que estar controlando y asegurándonos de que las cosas «están bien».
Así pues, la próxima vez que sientas ansiedad en una relación porque no sabes cómo están las cosas, antes de tratar de averiguar la respuesta o de arreglar las cosas, permítete sentir e ir adentro.
Cuando soltamos la necesidad de que las cosas estén bien, podemos dejar de controlar y nos abrimos a sentir. Y entonces podemos contribuir a las relaciones desde un lugar mucho más amoroso y generoso, que no viene del miedo a perder, sino del deseo de compartir y conectar.

Suscríbete a mi blog y recibe en tu correo cada una de mis reflexiones.