Últimamente he estado muy interesado en los sueños lúcidos. Es decir, aquellos sueños en los que nos damos cuenta de que estamos soñando.
Cuando caemos en cuenta de que estamos en un sueño, reconocemos nuestro poder, pues tomamos consciencia de que somos sus creadores. Entonces las cosas dejan de sucedernos y podemos empezar a elegir lo que queremos experimentar. Y entre mayor sea la consciencia de que es un sueño, mayor nuestro poder.
Algo similar sucede en la vida «normal», durante la vigilia. Constantemente estamos rodeados por ilusiones, fantasmas y proyecciones mentales. Nuestra mente crea una historia a nuestro alrededor y por momentos creemos que es real. Pero cuando nos damos cuenta de que es una fabricación de nuestra mente, podemos empezar a elegir la historia que nos queremos contar, o podemos incluso elegir experimentar la realidad sin una historia que la explique y que nos diga dónde estamos y qué papel desempeñamos.
Al igual que en los sueños, el paso crucial en este despertar es darnos cuenta de que eso experimentamos es creado por nosotros y no la realidad última. Una vez damos ese paso, podemos elegir dejar de creer ciegamente todo lo que nuestra mente nos dice.
La próxima veas enemigos a tu alrededor, pregúntate si no son solo espejismos proyectados por tu mente.
Tal vez tu mente diga: «Pero es evidente que son enemigos, tengo pruebas». Y es cierto que para ella es evidente que son enemigos y es cierto que tiene pruebas. Mas, ¿no sucede lo mismo en los sueños, antes de darnos cuenta de que estamos soñando? ¿No parece entonces evidente que lo que soñamos es real y no parece haber pruebas de esa realidad?
Tal vez la solidez aparente del ataque que percibes no es prueba de su realidad. Al fin y al cabo, en estado de sueño profundo, hasta las más disparatadas fantasías parecen sólidas y reales.
Tal vez esto sea también un sueño. Y cuando reconozcas que lo es, tal vez eso te permita empezar a tener sueños felices, al reconocer que eres tú quien los está creando.
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