El juego de los espejos

Cuando algo no me gusta de otra persona, qué cómodo es señalar con el dedo, qué fácil es sentirme separado de aquello juzgo.

«Ellos son el problema». «Si cambiaran, todo estaría bien». Con base en esas ideas, luchamos por cambiar a los demás. Tratamos de convencerlos de que están equivocados y a veces los forzamos a hacer las cosas de manera diferente. Con base en esas ideas vamos a la guerra. A veces, son esas ideas las que nos motivan a cambiar de pareja o de trabajo.

Qué difícil es reconocer que aquello que juzgamos en los demás es un reflejo de nuestro interior. Qué difícil es hacernos responsables por eso que vemos afuera. «¡Pero yo nunca haría eso, yo soy mejor, el problema es el otro, no yo!», responde el ego.

¿Y si esto fuera un juego de espejos? ¿Y si los demás nos reflejaran aquello que tenemos en nuestro interior? Está bien tratar de cambiar nuestro entorno. Pero ten en cuenta que, mientras nuestro interior no cambie, lo que que sea que construyamos, donde quiera que vayamos, seguiremos viendo eso reflejado afuera.

De ahí la invitación a que tomemos responsabilidad. Eso que no me gusta del mundo, eso soy. Aquello que no me gusta en ti lo cambio en mí.

Y tus hermanos no solo reflejan lo que no te gusta. Aquello que amas, aquello que aprecias y admiras, también está en ti. Por eso: gracias a mis espejos por mostrarme lo que llevo adentro. Gracias por mostrarme mi belleza y gracias por mostrarme aquello que aún no he sanado.

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