Hace poco, alguien me preguntó por una red social cómo podía hacer nuevos amigos.
Al pensar en la pregunta, sentí que hay dos niveles en los cuales se puede responder. Por una parte, hay aspectos de nuestro relacionamiento con otros que vale la pena mirar. ¿Estamos abiertos a recibir? ¿Nos permitimos mostrarnos como somos? Si sabemos que hay la posibilidad de conocer gente nueva, ¿la aprovechamos o huimos? Es posible que, al leer estas preguntas, reconozcamos que tenemos miedo a ser rechazados o que veamos que tenemos baja autoestima en algunas áreas de nuestras vidas. O puede que veamos que tememos perder algo con la llegada de nuevas personas: de pronto tememos perder el control de nuestras rutinas, o tememos asumir nuevas responsabilidades que nos quiten lo que percibimos como nuestra libertad. Si esto es así, entonces el deseo te hacer nuevos amigos es una oportunidad para mirar dentro de nosotros y sanar esos aspectos en los que hay inmadurez o inseguridad. Y el primer paso para sanarlos es permitirnos mirarlos y reconocerlos.
Por otra parte, creo que el mayor secreto para hacer nuevos amigos es aprender primero a ser buenos amigos de nosotros mismos. Esto implica aprender a disfrutar y respetar el tiempo que pasamos a solas. Y para esto es esencial sacar tiempo para conocernos. Es bueno tener citas con nosotros. Por ejemplo, ir a comer solos, pero hacerlo como si estuviéramos conociendo a una persona muy importante para nosotros. En este caso, no nos distraeremos con el celular, sino que pondremos atención plenamente, preguntaremos con sinceridad qué sentimos y qué pensamos, y luego nos abriremos a recibir la respuesta atentamente. Y, a medida que nos conocemos, permitámonos acompañarnos como lo haríamos con nuestra mejor amiga o amigo. Escuchemos atentamente, brindémonos compañía y apoyo. Reconozcamos los juicios que tenemos hacia nosotros mismos, y luego tengamos la intención de dejarlos ir con amor.
Cuando nos amemos y disfrutemos plenamente de nuestra compañía, nuestras interacciones con los demás serán un reflejo de eso. Ya no estaremos buscando en los demás la salvación, el amor o simplemente una forma de distraernos de nuestro aburrimiento. El relacionamiento no surgirá desde un espacio de necesidad, sino de plenitud y abundancia. Y, al no tener la necesidad por otras relaciones, no tendremos miedo de perder oportunidades o de que los demás se alejen, y entonces estaremos relajados y nos permitiremos ser auténticos. Y nada atrae más a quienes resuenan contigo que tu autenticidad.
Esto me recuerda a dos preguntas que el maestro espiritual Neale Donald Walsh sugiere que nos hagamos al momento de comenzar nuevas relaciones:
- ¿Para dónde voy?
- ¿Quién quiere ir conmigo?
Lo importante de estas preguntas es el orden en el que las hagamos. Cuando tenemos miedo de estar solos, preguntamos primero la número 2. Lo que nos importa es estar con alguien, y solo luego nos preguntamos eso a dónde nos lleva, para muchas veces descubir que hemos empezado a caminar en una dirección que realmente no resuena con nosotros. Cuando estamos empoderados y no tememos a nuestra soledad, hacemos siempre la pregunta 1 primero, y solo después de que tenemos claro a dónde queremos ir, preguntamos quién quiere ir con nosotros. En este caso, crearemos relaciones que resuenan profundamente con nuestro camino, y tendremos la valentía de permitirnos estar solos en caso de que no haya nadie que quiera acompañarnos en este momento. Pero no dejaremos de seguir a nuestro corazón ni nos traicionaremos para encajar o para evitar la soledad.
Suscríbete a mi blog y recibe en tu correo cada una de mis reflexiones.
