El ego cree que tu bienestar depende de que él trate de predecir el futuro al partir del pasado. Por eso rechaza la presencia. Pues, a su juicio, estar 100% en el momento presente es igual a estar ciego o, al menos, a caminar con los ojos cerrados.
Es ego cree que si no predice el futuro (o al menos plantea hipótesis plausibles) no podrá controlar, y que si no controla, el caos tendrá lugar.
Por eso estar presentes va ligado a nuestra confianza en la vida. Implica vivir sin tratar todo el tiempo de saber qué será lo que va a aparecer en la siguiente esquina.
El control es una ilusión, pero nos aferramos a él como si allí estuviera la clave de la paz. Creemos que si lo soltamos estaremos cerrando los ojos y nos estrellaremos.
La verdad es que cuando «cerremos los ojos» empezaremos a despertar. Y donde creíamos que encontraríamos caos a causa de no controlar, hallaremos sólo la belleza que resulta del amor, del amor que por fin puede fluir cuando dejamos de controlar.
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