Uno de mis pasatiempos favoritos es el póker. Además de darme mucho placer, me ha dejado enseñanzas útiles para muchas área de mi vida. A continuación, te comparto cinco de las cosas que he aprendido gracias a este juego.
Puedo elegir no tomarme las cosas tan en serio
Al jugar póker, me solía pasar que me molestaba mucho cuando perdía, a pesar de que no apuesto grandes sumas de dinero. Es un ejemplo evidente de que algo me puede molestar simplemente porque me lo tomo demasiado en serio y no porque realmente sea importante. Al caer en cuenta de esto, pude ver que lo mismo me pasa en otras áreas de mi vida: tiendo a tomarme las cosas muy en serio, aunque no sea necesario y me haga sufrir. Así pues, aprendí que es mi elección cómo me siento al perder una partida. La importancia de un juego de póker no está dada de antemano; soy yo quien decide qué tan importante es y cuál es el significado que tiene para mí. Y esta comprensión se puede extender a cualquier área de mi vida. No estoy obligado a tomarme las cosas en serio y a sufrir por ello. Puedo interpretarlas de una manera más ligera y disfrutarlas.
Que mi mente envíe una señal de peligro no implica que el peligro sea real
En estrecha relación con el punto anterior, me di cuenta de que muchas veces, al jugar póker, siento un gran miedo a perder, como si estuviera a merced de un gran peligro. Es, claro, un miedo automático, irracional. No me va a pasar nada si pierdo. Es una idea enrraizada en lo profundo y permea muchos aspectos de mi vida. La idea de que hay peligro. La idea de que puedo sufrir daño en cualquier momento y, para evitarlo, mi tendencia instintiva es interpretar las cosas como si fueran peligrosas. Al observar de manera tan clara este miedo irracional, pude ver que no es real y que el hecho de que mi mente me diga que estoy en riesgo no significa que en verdad lo esté. ¡Qué liberador es esto!
Pierdo por miedo a perder
El miedo desempeñó un papel muy importante en nuestra evolución y gracias a él sobrevivimos. Pero ahora se sigue presentando como un reflejo en muchas ocasiones en las que, en lugar de ayudarnos, entorpece nuestro progreso. El póker es un gran ejemplo de esto. Para ganar en póker, es imprescindible tener la capacidad de apostar aunque no se tengan buenas cartas en la mano. Pero cuando se tiene miedo a perder, es muy difícil hacer este tipo de apuestas. El miedo impide tomar riesgos, aun en casos como este, en el que realmente no hay nada qué perder. Estar relajado y poder arriesgarse tranquilo son dos rasgos claves de un buen jugador de póker. Entre más miedo a perder haya, más probable será perder.
Creo que lo mismo que pasa en el póker sucede en muchas áreas de nuestras vidas: perdemos oportunidades por miedo a perder. ¿Le hablo a esa persona que me gusta? «Mejor no», dice el miedo, «es arriesgado, puedo perder» (aunque en realidad no haya nada que perder). Si le hacemos caso al miedo a perder, perderemos la oportunidad.
Creo que ver a la vida como un juego, como lo que realmente creo que es, me ha permitido tomar riesgos y explorar los caminos que desea mi corazón. Eso no quiere decir que todo saldrá bien y como lo deseo. Puede que pierda al apostar. Pero en el plano más general y profundo, perder apostando siempre me dejará más pleno y satisfecho que irme a la tumba con mis fichas encerradas en un baúl para que no les pase nada. Al ponerlas allí puede que me proteja del dolor de perder, pero al mismo tiempo me privo de las experiencias que mi corazón desea y del aprendizaje que viene con ellas.
En todo caso, se gane o se pierda en el momento, al final la experiencia siempre será valiosa si apostamos con el corazón. Las veces que he «perdido» apostando en la vida (siguiendo a mi corazón) tienen algo en común: sé que cuando las recuerde en mi lecho de muerte me harán sonreír.
No poner en juego lo que tengo es una forma de perderlo
Además, por lo general, esconder mis fichas es una receta para perderlas a largo plazo. Quien siempre juega seguro en póker, quien solo apuesta cuando sabe que va a ganar, por lo general termina perdiendo. Es irónico: pierde sus fichas por cuidarlas demasiado.
Esto me recuerda a la parábola de Jesús sobre los tres hombres a los que su señor les da a guardar monedas (Mateo 25:14-30). Dos de ellos se atreven a negociar con las monedas y obtienen ganancias. Uno de ellos, sin embargo, entierra las monedas por miedo a perderlas. Pero, cuando su señor se entera de esto, le quita las monedas y se las da al hombre que ya había ganado más negociando con las suyas. Esto parece señalar la forma como funciona el universo: si no usas lo que tienes, si no lo pones en juego, si no te arriesgas, mandas la señal de que no eres apto o no estás interesado en administrarlo y, por tanto, se te quitará hasta que des muestras de estar listo.
Lo más valioso del juego no es ganar sino jugar
Al mirar hacia atrás y pensar en lo mucho que he jugado póker, no tengo ninguna duda de que lo más valioso que he obtenido son los buenos momentos que pasé compartiendo y divirtiéndome con mis amigos. Si he ganado o perdido dinero es secundario. Muchas veces he «ganado». Muchas veces he «perdido». Pero en realidad siempre he ganado cuando he jugado con ganas y me he divertido. Pues ese era mi objetivo principal: pasar un buen rato.
Y ahora sé, al empezar cada nueva partida, que valdrá la pena, sin importar el resultado. Pues sé que el valor verdadero no reside en el premio para el ganador, sino en la experiencia misma. El tesoro está en el viaje, no en el destino.
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Excelente manera de ver la vida
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