
Don Efraín es un amigo que conocí hace diez años. Tiene una caseta donde vende café y galguerías en el Parque Nacional de Bogotá. Es de esas personas con las que vuela el tiempo cuando hablamos. Y, en medio de sus chistes, tiene momentos de gran sabiduría, sin pretenciones, pero siendo consciente del conocimiento que la vida le ha brindado a través de sus experiencias.
Cuando voy, nunca sé que me va a decir, pero si estoy receptivo, es normal que me sorprenda con palabras que, tan pronto las dice, reconozco que necesitaba oírlas. Y me recuerda que la vida constantemente nos está hablando a través de todo y de todos, simplemente tenemos que tener el corazón abierto y dispuesto para recibir.
Hoy, entre muchos otros consejos, quiso compartirme esta frase de un libro de Paulo Coelho que está leyendo, el cual tiene para él un significado muy especial, pues fue el último libro que leyó su hijo antes de morir, y por eso esas palabras resonaron tan profundo en don Efra y en mí cuando me las compartió.


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