Hace poco leí un post que me encantó en blog de Seth Godin. Usaré aquí el mismo ejemplo que él, con algunas modificaciones.
Imagina a dos conductores que transportan mercancías y deben llevar cada uno un gran camión lleno de pesadas cajas a una empresa que ha pagado por ello.
El primer conductor llega por la mañana a la compañía que pagó por las cajas y comienza a descargarlas y a organizarlas cuidadosamente en la bodega dispuesta para ello. Ocho horas después, el trabajo está hecho. Impecable. Y él se dirige a su casa cansado, lleno de sudor y de magulladuras, y, después de darse una ducha, se acuesta a dormir.
El segundo conductor también llega por la mañana a entregar las cajas. Pero, antes de comenzar a descargarlas él solo, le pregunta amablemente al recepcionista de la empresa si puede enviar algunos trabajadores para que le ayuden a descargarla. Después de hacer averiguaciones por veinte minutos, el recepcionista logra que vengan seis empleados para ayudar a descargar el camión. Cuarenta minutos más tarde, el trabajo está hecho. Impecable. Y el conductor se dirige a su casa, duerme una siesta y luego va a recoger a su hijo a la escuela. Después de ayudarlo a hacer las tareas y de jugar un rato con el pequeño, el conductor se baña y se acuesta a dormir.
¿Cuál de los dos empleó mejor el tiempo en su jornada? ¿Cuál de los dos creó mayores beneficios para sí mismo y para los demás?
Muchos pensamos que el trabajo debe ser duro para así ser dignos del descanso y las recompenzas. Creemos que, si no tenemos magulladuras, es porque no hemos puesto suficiente empeño. Y las magulladuras pueden lucir como cansancio por no dormir bien, como no tener tiempo para los hijos, como almorzar de afán. O como azotarnos con nuestro látigo interno de exigencias «espirituales».
A mí a veces me cuesta recibir y disfrutar lo que creo que no me «he ganado» con esfuerzo y lágrimas. Es una creencia vieja que me dice que todo lo valioso en la vida exige a cambio mi sufrimiento. Si no duele, es sospechoso. Tal vez sea una trampa, dice mi mente.
El camino fácil tiene mala fama. Es cierto que no es sensato tomar un camino fácil si este lleva a un lugar diferente de aquel al que quieres ir. Pero, si el camino fácil lleva al mismo lugar, lo insensato es no tomarlo.
Asegúrate primero de que el camino te lleva a donde en verdad quieres. Si dejas que otro haga ese trabajo que debes entregar en la universidad, no aprenderás aquello que necesitas aprender. Pero cargar cajas tu solo no te va a aportar nada en tu crecimento.
Aprovecha las oportunidades que te da la vida. Recibe los regalos que han sido depositados a tus pies. Comparte tus cargas. Pide ayuda. Acéptala.
Si el camino está alineado con tu corazón y es fácil, qué bueno. ¡Tómalo!
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Gracias por compartir éstas reflexiones. Leyéndolas me he reconocido y he recordado a maestros que me han mostrado algunos de mis paradigmas. Sigo evolucionando y ahora tengo presente disfrutar el proceso. Un abrazo.
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