¿Qué hacer cuando todo te molesta?

Hay días en los que todo nos molesta, todo nos detona el estrés que llevamos dentro. Y la clave para sortear estas situaciones es precisamente ser conscientes de esto último: las situaciones externas simplemente están detonando, activando, sacando a la luz el estrés y el miedo que tenemos dentro. En consecuencia, es mejor no ponernos a luchar contra todas las cosas que nos molestan. Es más sensato mirar adentro, hacernos responsables del estrés que hay allí y reconocer que su causa es interna. Esto nos permite estar en capacidad de sanarlo. Si le echamos la culpa a la situación externa, nos volvemos víctimas y perdemos el poder de transformarnos y sanar.

Desde esta perspectiva, las situaciones externas que activan nuestro estrés son una bendición porque nos muestran dónde podemos crecer, qué miedos hay, cuáles heridas e ideas tenemos dentro que nos están haciendo sufrir.

Claro está, hay situaciones externas que vale la pena cambiar. Pero hay que estar muy alertas para no convertir el tratar de cambiarlas en una lucha externa que nos distrae de nosotros mismos y, por tanto, nos impide sanar.

Una señal clara de que es mejor ir adentro y observarnos en vez de tratar de cambiar lo externo es la siguiente: si has solucionado una situación que considerabas la causa de tu molestia y rápidamente aparece otra situación que reemplaza a la primera y produce una molestia igual o muy parecida a la original, lo más probable es que la causa real de la molestia sea interna. Si este es el caso, solucionar las situaciones externas solo va a brindar breves momentos de alivio antes de que algo más vuelva a detonar lo que sigue latente adentro de nosotros, esperando a que tomemos consciencia de ello para poder sanarlo.

Cuando dejamos de luchar con lo externo nos evitamos muchas batallas inútiles. Luchar con lo externo en estos casos es como tirarle piedras a un espejo porque no nos damos cuenta de que es un espejo y creemos ver un enemigo en él. Sólo tendremos la ilusión de habernos librado de ese enemigo hasta que encontremos un nuevo espejo. Y créeme: no importa cuántos espejos rompas, la vida se seguirá enviando nuevos espejos hasta que puedas mirarte, sanes y hagas las paces contigo. Entonces ya no verás un enemigo en el reflejo, solo un amigo más al que puedes amar incondicionalmente.

¿Todo te molesta? Para. Mira adentro. Deja de asignar culpas. Deja de pelear contra todo el mundo. De pronto en realidad estás peleando contigo mismo y no te has dado cuenta.

Además, bien lo dice el viejo refrán: es más sensato ponerse unas sandalias que tratar de alfombrar todo el mundo.

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