Hay días en los que nos sentimos perdidos.
Son días para confiar en que estamos experimentando lo que necesitamos para nuestro crecimiento, así no lo podamos entender en el momento.
Son días para ser pacientes con la vida y con nosotros mismos.
Son días para respirar profundo y saber que no todo lo que dicen nuestros pensamientos es cierto, especialmente si se trata de pensamientos que provienen del miedo.
Son días para aprender a confiar en la vida, para practicar caminar en la oscuridad, o con los ojos vendados.
Son días para sentir e ir profundo dentro de nosotros.
Son días para soltar el control y entregarnos al flujo de la vida.
Son días para aprender que podemos hallar paz aun sin ver el camino, aun sin saber exactamente hacia dónde vamos.
Son días para aprender que cada experiencia es un fin en sí misma, y que este momento, incluso con su confusión y su dolor, es nuestro hogar.
Son días para aprender que incluso en medio de la angustia yace el amor, esperando ser reconocido.
Son días para amarnos exactamente como somos, sin la protección de las certidumbres. Para amarnos en la crudeza del no saber, de no tener un piso firme bajo los pies, de mirar al horizonte y no estar seguros de lo que estamos buscando.
Son días para estar desnudos en nuestros miedos y abrir el corazón. Son días para amar y abrazar aquellos aspectos de nosotros que creemos que no merecen ser amados.
Son días para descansar e ir a las profundidades de nuestro corazón.
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